Sydney



Navidad en Sydney

Damos el gran salto entre continentes y tras 17 horas de vuelo y un día que nos roba el cosmos por rebasar la franja horaria que se quedará en el recuerdo, aterrizamos en Australia. Y sólo poner un pie en Sydney la diferencia con Sudamérica nos da la bienvenida: recibimiento frío, nadie se acerca a hablarnos. Bienvenidos al individualismo del primer mundo.


Y en esta parte del viaje se nos une un nuevo compañero que nos acompañará las próximas tres semanas. Gorka, el hermano de Lorea, llega a Australia para cumplir también su sueño: visitar el país de los canguros. El tío se ha pegado una paliza de 48 horas después de pisar varios aeropuertos y pelearse con la comida china del avión. Llega bastante fresco y como no nos vemos desde hace seis meses, no tiene elección: le llevamos a dar una vuelta de reconocimiento por Sydney. Nos alojamos en un hostel recién inaugurado que ofrece unas vistas increíbles de la bahía y de la Ópera (Foto izquierda). Las instalaciones son de las mejores en las que nos hemos alojado. En definitiva, un lujazo de sitio y en este caso, al alcance de todos.


Los próximos días nos recorremos Sydney de arriba abajo. Admiramos el maravilloso edificio de la Ópera y la bahía por todos los lados. Es que realmente se deja querer y sobre todo fotografiar. La ciudad está adornada para celebrar la Navidad con árboles y guirnaldas, pero a ¡30 grados!. Recorremos toda la ciudad: visitamos su impoluto y animado puerto, cruzamos el puente, nos relajamos en los jardines y paseamos por la zona de La Roca, el lugar donde se asentaron los primeros europeos que llegaron a esta parte del mundo.


Sydney es una ciudad muy presumida. Limpia, ordenada e impecable. Sus habitantes son fashion, se visten de punta en blanco y todo parece perfecto. De hecho, será una de las ciudades más perfectas que hemos visto. Todo parece que esté en su sitio. Vamos, que no se le sale ni un pelo. Pero toda perfección tiene su precio. Y es que en Sydney todo está prohibido. Zonas restringidas al consumo de alcohol, aparcamiento, ruidos, etc.


Y nos preparamos para la cena de Nochebuena. Este año será con menos compañía que en otras ocasiones pero no dejará de ser especial. Compramos langostinos, pescado y una botella de vino blanco australiano para cenar en el hostel. La sorpresa es que somos los únicos que parece que estamos de cena especial, aquí no celebra nadie la Nochebuena.


El día Navidad nos despierta con un desayuno en la azotea del hostel con unas vistas de la Ópera y un desayuno al más puro estilo australiano. Y nos vamos a pasar el día a Bondi Beach, posiblemente la playa más famosa de Sydney. Los jóvenes van con gorritos de Papa Noel pero en pantalón corto y tirantes. Extraño cuanto menos. Además está terminantemente prohibido beber alcohol y fumar en la playa y en las inmediaciones, incluso hay “seguratas” que te revisan las bolsas al entrar en la arena. Esto es Australia. Normal que cuando se acercan a Sanfermines, echen la casa por la ventana.


Dejamos esta ciudad con su maravillosa bahía, para irnos en avión hacia la barrera de coral. Hemos decidido tomar varios vuelos en Australia ya que las distancia son enormes y Gorka viene con ganas de pateada.


Cogemos un ferry para visitar Magnetic Island y lo primero que hacemos es meternos a sus cálidas y tranquilas aguas. Sólo meter un pie nos percatamos que vamos a ponernos a remojo ¡entre rayas!. Hacemos un trekking por la isla y se nos acerca un canopy, una especie de canguro pequeño, pero nuestro objetivo es ver un koala en libertad y éste, al parecer, es un buen sitio. Tras horas sin ver uno, casi damos por perdida la esperanza, pero de repente la miope de Lorea ve uno durmiendo plácidamente en un árbol. Al tío no le importa que nos acerquemos, ni que le fotografiemos, ni que flipemos con su postura sobre el árbol. Le da exactamente igual, él sigue dormido. Objetivo cumplido. Alquilamos un coche y seguimos nuestra ruta por la costa para relajarnos en las cálidas aguas de Mission Beach. Es el agua más caliente en la que nos hemos metido en una playa. Llegamos a Cairns, la ciudad de entrada a la barrera de coral, pero vemos los precios que nos piden por hacer una hora de snorkeling y decidimos que lo dejaremos para el Mar Rojo, que al parecer es mejor sitio para zambullirse.


Próximo destino: Uluru, la roca sagrada.
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