Buenos Aires

Los jueves a las 15.30


Como decía Sabina: “Y Buenos Aires es un bicho que camina, ensortijado entre los sueños y la confusión”. Aterrizamos en la capital argentina, una ciudad que en un tiempo soñó con ser la París de Sudamérica y sin duda algo de ese sueño se puede apreciar en el ambiente. Es una gran ciudad con aires europeos.




Nos alojamos en el barrio de San Telmo, el más bohemio y agradable de la ciudad, donde parece que el tiempo se detuvo hace décadas. Tiendas de antigüedades, cafés con encanto y olor añejo, junto a los espectáculos de tango en la plaza, aportan un aire de nostalgia por tiempos pasados.


Decidimos quedarnos una semana en la capital, una capital que parece estar diseñada para Lorea. Su avenida principal es la del 9 de julio (su cumpleaños) y hay una plaza llamada Lorea, en alusión al apellido de un personaje de la ciudad llamado Isidro.


Por lo tanto nos empapamos a fondo del ambiente porteño. La Boca (foto) es el barrio más “castizo”, donde se realizó la primera fundación de Buenos Aires en 1536. En épocas de la Colonia española La Boca era una zona de barracones para los esclavos negros. En el período independiente funcionaron allí saladeros (cobertizos en que se salaba la carne vacuna para la exportación) y curtiembres de cuero. De esa época se mantienen las casitas de colores vistosos. Aunque ahora el barrio es el centro para los pintores que muestran sus obras en la calle. Y está lleno de restaurantes que intentan atraer a los turistas con sus exhibiciones de tango.


Y en la Boca se encuentra el estadio del Boca Junior, más conocido como “La Bombonera”, porque el fútbol es una de las grandes pasiones en Argentina. Las calles se quedan desiertas y los boliches (bares) se llenan para ver la clasificación de Argentina para el mundial. La gente vibra con el fútbol. Es una religión.

Cada jueves a las 15.30 horas la Playa de Mayo se llena de pañuelos blancos. Son las Madres de la Plaza de Mayo que desde 1977 se reúnen para seguir reivindicando justicia y verdad. Son madres reunidas en una misma tragedia: la desaparición forzada de sus hijos e hijas a manos del aparato del Estado argentino en la época de la represión militar durante la última dictadura en Argentina (1976 – 1983). Se reúnen las fundadoras y la rama escindida hace dos décadas. A pesar de dichas diferencias ambas organizaciones siguen concurriendo a actos en conjunto y tiene el mismo objetivo: Verdad (conocer el paradero de sus hijos e hijas detenidas-desaparecidas) y Justicia (el castigo de la autoría de los actos de represión). Y lo que nos llama la atención es que a pesar de que su presencia es habitual cada jueves, siguen atrayendo la atención de los medios de comunicación.
Mantienen la costumbre de reunirse en la Plaza, porque es la plaza la que les hizo sentirse iguales. Entre sus conversaciones se podía escuchar: "¿qué te pasó?", "¿cómo fue?". La plaza les agrupó. Eran una igual a la otra, a todas les habían llevado los hijos e hijas, a todas les pasaba lo mismo y habían ido a los mismos lugares. “Ustedes saben que en esa época éramos despreciadas, nuestras familias pasaron a ser las familias de los "terroristas", se nos cerraban las puertas, así que era poca la gente con la que una podía conversar. Pero con las madres éramos todas iguales, nos pasaba lo mismo, veíamos la misma gente”, nos aseguran. Y así fue creciendo la Plaza.



Compartimos un trozo de plaza con las madres y con más gente que se une y nos comentan que estaban satisfechas con la decisión del Senado de aprobar la ley antimonopolio de medios de comunicación. Una ley que impide la existencia de empresas fuertes que controlen la información. Sin duda algo positivo.



Y mientras recorremos las calles y visitamos el interesante cementerio donde está enterrada Eva Duarte (Evita), nos encontramos con un “pasea perros” (foto), que pueden llevar hasta16 canes a la vez. Y lo bueno es que no se enganchan entre ellos a pesar de la obvia diferencia de tamaños y razas. El chico encargado de pasearlos se queda un poco alucinado porque le sacamos fotos. Y aprovechamos para hablar un rato con él. Nos dice que los perros se portan muy bien y que es un trabajo habitual en Buenos Aires.


Dejamos Buenos Aires para seguir nuestra ruta argentina por Rosario, Córdoba y Mendoza, unas ciudades agradables pero sin muchos alicientes. Una anécdota: cuando llegamos a Mendoza nos preguntan si hemos sentido el pequeño terremoto en Córdoba. Nos quedamos alucinados, no nos hemos enterado de nada.


Próximo destino Bariloche.

Salvador de Bahía II

Martes en Pelourinho

Salvador de Bahía es una ciudad muy turística que acoge uno de los Carnavales más famoso del país después del de Río de Janeiro y donde la influencia africana se palpa en todos sus rincones. El casco histórico de Salvador de Bahía, conocido como Pelourinho, luce una preservada arquitectura con casonas e iglesias coloniales y empinadas calles empedradas. Pero el centro turístico es también el recuerdo de una época más cruel. Pelourinho significa “poste de azotes”, y era el lugar donde se castigaba y se vendía a los esclavos. El azote a los esclavos estuvo permitido en Brasil hasta 1835. Tras una época en la que el casco histórico quedó abandonado, la UNESCO lo rehabilitó hace unos años, declarándolo Patrimonio de la Humanidad. Realmente el centro se muestra muy cuidado y con encanto pero tan sólo son tres calles. Fuera del centro la cuidad es gris, fea y triste.


El mejor día para visitar Salvador es el martes ya que por la noche las escuelas de batuca salen a la calle a ensayar y el ambiente es impresionante. Además, el cantante Gerónimo ofrece un concierto en directo cada martes. Entonces las calles se llenan de ruido, música y gente bailando. ¡No queremos ni imaginarnos en lo que se convierte esta ciudad en Carnaval!.


Nos alojamos en un hostel donde nos atiende Gustavo, un argentino que decidió buscarse la vida en Brasil. Su amabilidad, las charlas que tenemos y sobre todo los impresionantes desayunos que nos prepara cada mañana, hacen que la estancia sea más agradable. Visitamos todos los rincones de esta ciudad e incluso pasamos en barco a una tranquila isla cercana.


Decidimos dejar Salvador por unos días para adentrarnos en el interior, en la Chapada Diamantina, con la intención de buscar un poco de contacto con la naturaleza. Exploradores que llegaron de todas partes de Brasil invadieron a principios del siglo XVIII la Chapada en busca de oro y diamantes. Ahora la zona se vuelca en el ecoturismo. Llegamos a Lençois con la idea de hacer algunos trekkings. Tras preguntar sobre las rutas, nos llevamos un chasco ya que todo lo que ofrecen en el agradable municipio está organizado en tours y no nos apetece pagar por caminar y menos por rutas muy fáciles. Aunque nos dicen que nos vamos a perder y que es necesario llevar un guía, intentamos hacer las excursiones por nuestra cuenta. Lo cierto es que parece que lo hacen a propósito ya que los caminos se bifurcan constantemente y no están señalizados. Tal vez somos un poco mal pensados, pero el negocio sigue su lógica. Así y todo y más que nada por nuestra cabezonería, conseguimos llegar a las cascadas de la zona.


Tras cuatro días regresamos a Salvador y desde allí nos vamos a descansar a Imbassaí, un pequeño municipio con una playita virgen y solitaria, lejos de los grandes complejos hoteleros. Precisamente no hace mucho ha abierto sus puertas a unos kilómetros de esta zona un mega hotel de la cadena española Iberostar que ha provocado que las tortugas que llegaban a desovar a esta playa se espanten por sus luces y hayan decidido no parar aquí. En Imbassaí nos alojamos en un hostel precioso regentado por Roberto, otro argentino busca vidas, donde nos quedamos a descansar y apuramos los últimos días en Brasil antes de coger un vuelo hacia Argentina. 

Próximo destino: Buenos Aires (Argentina).






Salvador de Bahía

Los sueños de Rodrigo

Rodrigo es un niño de 12 años. Camina descalzo, viste ropas raídas y sucias y necesita un buen baño. Sus rizos castaños claros y su tez morena delatan una mezcla de genes tan usual en Salvador de Bahía. Es uno de los tantos niños que viven en la calle de esta turística ciudad. Se pasea por Pelourinho, el centro histórico, abordando a los turistas para pedirles. Es su medio de subsistencia. Perseguir al turista le ha aguzado el oído y se defiende en cualquier idioma. Se nos acerca y nos dice que no quiere dinero, sino que le demos comida. Le preguntamos si no va a la escuela y nos dice que irá por la tarde. Por la tarde volvemos verle y nos dice que por la mañana. Al día siguiente le vemos de nuevo deambulando detrás de la gente y nos ve. Se acerca y rápidamente nos aclara que acaba de salir de la escuela. La cruda realidad se mezcla con la ficción inventada por un niño acostumbrado a tejer su propia historia. Con un gesto que nos parece un tanto teatral, pone cara de pena y nos dice que necesita comida. Nos cuenta que vive con su familia y que no tienen nada.


En Salvador los niños de la calle salen por la noche y duermen por el día. Dicen que para que no les maten los “Escuadrones de la Muerte”. Nos comentan que siguen en activo, todavía existen. Le compramos una caja de galletas. Al día siguiente nos vuelve a buscar y se acerca. Es educado y en ningún momento se muestra agresivo a pesar de que la calle le ha hecho madurar a pasos agigantados. Pero en el fondo no deja de ser un niño de 12 años al que nadie le ha dado una oportunidad para serlo. Le preguntamos qué le gustaría ser de mayor y con una sonrisa nos dice: profesor. Sueños de un niño sin futuro. Nos persigue y le decimos que nosotros no podemos hacer nada. Rodrigo se aleja y nos sentimos despreciables. Mientras se va, nos preguntamos: ¿cuándo jugará Rodrigo?. Sin duda, no tiene otra elección: nunca.


Y mientras desperdicia su futuro por las calles de Salvador, Río de Janeiro será la capital del deporte en 2016, acogiendo los Juegos Olímpicos. ¿Una buena noticia para este país que todavía permite a sus niños mendigar por las calles?, ¿o simplemente otro método para que unos pocos se llenen los bolsillos?. ¿Realmente se puede permitir a un país que da la espalda a los que son su futuro que acoja un acontecimiento de esas características?. ¿Qué pensarán los niños como Rodrigo sobre ostentosas ceremonias inaugurales y medallas?. Nos vamos de Salvador de Bahía. Buscamos con la mirada a Rodrigo, pero hoy no aparece. Nos vamos pero él se queda.

Costa de Brasil


Al ritmo de la costa brasileira

La costa brasileira nos recibe con su lado más étnico, un exponente del cruce de culturas donde la influencia africana es mayor cuanto más al norte nos desplazamos. El ritmo es tranquilo, sin prisa y pausado, un ritmo del que nos contagiamos enseguida. Y disfrutamos con uno de los espectáculos que nos deja con la boca abierta: la capoeira, una expresión corporal afro-brasileña que sin duda merece la pena disfrutarla en directo y en la calle.


Aprovechamos para recorrer una parte de la costa y la idea es llegar hasta Salvador de Bahía, ya que las distancias en este país son realmente enormes. Desde Río de Janeiro nos vamos a Búzios, un apacible pueblito de pescadores que dejó de serlo en los años 60 cuando llegó la actriz francesa Brigitte Bardot. Desde entonces se ha convertido en un lugar muy chic y turístico pero que nos resulta muy agradable y tranquilo. Miramos algunas casitas para quedarnos aquí para siempre, pero de momento que nadie se preocupe que tenemos intención de llegar a Durango.


Tras unos días en Búzios, nuestros siguientes destinos son Puerto Seguro, Arraial d`Ajuda, Trancoso e Itacaré. En este último pueblito se encuentra la que está considerada una de las mejores playas de Brasil. Y realmente es preciosa. En definitiva, disfrutamos de las paradisíacas playas y cargamos las pilas con el calorcito brasileño para dejar atrás el frío boliviano.


Lo mejor de esta aventura es que viajamos sin prisa, sin plazos. Y cuando la gente nos pregunta, “¿hasta cuándo os quedáis por aquí?”, les respondemos: “hasta cuando queramos”. Y es que planeamos el recorrido sobre la marcha, sin reservar alojamiento y recabando información de otros viajeros que nos encontramos en los hostels. Nos llama la atención que hay muy poca gente viajando por la costa brasileña. En muchos hostels estamos ¡solos!, algo increíble. Pero todo un lujo para nosotros.


Próximo destino: Salvador de Bahía.