Se acabó


Se acabó



Esto se acaba. Esta aventura llega a su fin. Ya no escribiremos eso de “próximo destino”, ya que nuestra próxima parada es Euskal Herria. Nuestra casa. Donde empezamos este viaje. Queríamos agradecer a todos los que en estos doce meses nos habéis escrito, habéis leído nuestro blog, nos habéis mandado mensajes, os habéis interesado por nosotros, habéis preguntado por nosotros o simplemente habéis pensado en nosotros. A todos, ESKERRIK ASKO!!!!!. Ha sido muy importante para nosotros teneros ahí.



Y queríamos agradecer de forma especial a Gorka, el hermano de Lorea, porque siempre que le hemos necesitado ha estado ahí. ESKERRIK ASKO GORKUA!!!!!.



Lorea eta Ibon 360º.

Katmandú


La diosa viviente que se asomaba a la ventana
Desplazarse por las carreteras de Nepal en unos de esos autobuses atestados de gente y en los que constantemente entran y salen personas cargadas con todo tipo de sacos, maletas, bolsas, motos, animales, es una experiencia casi religiosa. Sí si, motos y animales, porque en este país se transporta de todo. Y es mejor no mirar a la carretera porque los nepalíes conducen de pena. Por lo tanto, o te pasas las doce horas de viaje implorando al más allá o desconectas y te diviertes con los que entran y salen.


Nepal nos ha sorprendido por su legado arquitectónico. Nos encantan las plazas con templos de ladrillo rojo de varias alturas y con unas tallas de madera increíbles. Lo que también nos gusta de Nepal es su tolerancia hacia las religiones, y es que en este país conviven la hindú y budista tan tranquilamente, compartiendo incluso templos.


Katmandú es una sobredosis de callejuelas, gente, puestos callejeros y más gente. En la capital nos encontramos con una joya, la Plaza Durbar, que acoge exquisitos templos medievales. Es el legado más espectacular de arquitectura tradicional. De nuevo los templos están decorados con escenas eróticas. Estos nepalíes.... Y en la plaza también nos encontramos con una curiosidad. Y prestar atención que más de uno va a alucinar con esto. En una esquina de la plaza hay un palacio con unas ventanas de madera talladas, el Kumari Bahal, que es la casa de la diosa viviente, el hogar de la Kumari Devi. En realidad es una niña de cinco años que ha sido elegida de una forma un tanto peculiar para ser la diosa viviente. Debe reunir 32 requisitos físicos un tanto especiales y el horóscopo también debe ser el apropiado. Las candidatas se reúnen en una habitación oscura, adornada con cientos de cabezas de búfalo, se hacen ruidos aterradores, mientras danzan unos hombres con horribles máscaras. La que no se asuste, guarde la calma y la compostura es la elegida. Después es trasladada junto a su familia al palacio donde residirá hasta ser sustituida por otra Kumari y recibirá una suculenta dote. Durante siglos ha bendecido al rey de Nepal, pero actualmente hace lo propio con el presidente. Nos dicen que Kumari va a salir a la ventana de su casa y por curiosidad nos quedamos a verle. Y aparece. Y se deja ver apenas 30 segundos. Es una niña de cinco años que nos mira muy seria, está vestida con un traje tradicional y los ojos pintados de negro. Y se acabó. Supuestamente no se le puede sacar fotos pero a la salida puedes comprarte una postalica de la niña. Y a la salida unos periodistas de la televisión francesa entrevistan a Lorea preguntándole por la Kumari. Esto se pone interesante. ¿Qué les cuento yo a los franceses sobre una niña con los ojos pintados de negro que supuestamente es una diosa viviente, que de vez en cuando se pasea por Katmandú en un carro gigante y que tiene guardianes en su casa?. Uff, qué duro es esto de ser periodista.


Repuestos del susto de la Kumari, visitamos el templo budista de Swayambhunath, elevado sobre la ciudad y coronado por una stupa blanca con los ojos de Buda. Por el templo se pasean infinidad de monos que han aprendido a bajar la valla como verdaderos equilibristas. Es un lugar muy tranquilo que ofrece unas buenas vistas de la capital.



Desde Katmandú se pueden visitar en un día pueblos como Bhaktapur, la ciudad medieval mejor conservada de Nepal. La arquitectura religiosa y civil que nos encontramos es impresionante. Casas y templos de ladrillo rojo, con ventanas de madera increíblemente talladas, cisternas y pozos para el acopio de agua conforman un impresionante legado cultural. Otro sitio para disfrutar de sus calles es Patan que posiblemente exhiba la mejor colección de templos y palacios.
El principal templo hindú de Nepal, Pashupatinah, se alza a orillas del río Bagmati. Nos acercamos y ¡horror!. Si el Ganges está contaminado, el Bagmati es todavía peor. La basura se acumula en el cauce que a punto de empezar la estación de lluvias, todavía va con poca agua. Es una pena porque el sitio nos encanta. Al igual que Varanasi en India, en Pashupatinah hay ghats funerarios donde se quema a los muertos. Y de nuevo presenciamos un ritual muy parecido al de Varanasi, pero el sitio, a no ser por el contaminado río, nos parece más íntimo para una cremación. Tras el ritual se da fuego al cuerpo envuelto en una mortaja y colocado estratégicamente sobre una pira de maderos. Menos mal que el sati o “costumbre”, llamémosle así, por la cual la viuda se lanzaba a la pira de su marido muerto se prohibió hace tiempo, porque sino nos da un mal.


En este templo hindú viven los yoghis, la peña que se encuentra en meditación total, ataviados con un simple taparrabos y con los cuerpos pintados. Dicen los expertos que debido al nivel de meditación que alcanzan, su cerebro produce una sustancia capaz de rejuvenecer las células. Habrá que probarlo.


Aunque afortunadamente no vemos a ninguna persona bañándose en el río, ¡menos mal!, son los monos los que no pierden el tiempo. Se lo pasan en grande en el agua, haciendo carreras, jugando, haciendo aguadillas, pegándose, mientras arden los cuerpos de los difuntos.



Katmandú nos encanta. Es una ciudad viva, vibrante, con un legado arquitectónico y cultural impresionante. Sin duda nos hemos enamorado de Nepal, ha sido un flechazo en toda regla. Volveremos, seguro.


Próximo destino: Euskal Herria.

Gorkha y Bandipur


Una estirpe de feroces guerreros

¿A que nadie sabe que en Nepal hay un pueblo que se llama Gorkha?. Pues sí. Y como nuestros respectivos hermanos se llaman Gorka, pues no nos queda otro remedio más que hacer una paradita para honrarles. Como se encuentra a mitad de camino de las nueve horas en autobús que unen Pokhara y Katmandú, pues nos viene de maravilla parar.


Gorkha o Gurkha, debe su nombre al santo guerrero hindú del siglo XVIII, Guru Gorahnath, cuyos seguidores fundaron la dinastía Gorkha, fundadora del Reino de Nepal. Los gorkhas son conocidos por ser feroces combatientes y servir en unidades especiales de las fuerzas armadas del Reino Unido e India. Ahí queda eso chavales.

Nos plantamos en Gorkha y nos llevamos una grata sorpresa por lo que nos encontramos en este tranquilo pueblito donde apenas hay turistas. A todos les decimos que hemos ido a ver el pueblo porque nuestros hermanos se llaman Gorka y es un nombre vasco muy común. Nos miran como ¡a mi que me dices tía!, ¡como si vienes de la luna!.


Gorkha es un destino importante de peregrinación para los newaris, donde nos encontramos con una joya de la arquitectura newar, Gorkha Durbar, un antiguo palacio de los Shah que domina la ciudad desde una cresta. Es una fortaleza, palacio y templo al que se accede después de subir ¡1.500 empinadas escaleras de piedra!. Lo que hay que hacer por un hermano. El palacio está decorado con increíbles tallas de madera y hay un pabellón donde destacan los tirantes de madera con detalles eróticos muy explícitos. Pero que muy explícitos. El enclave domina todo el valle y las vistas son espectaculares En fechas señaladas es un lugar donde sacrifican cabras, pollos, palomas, y búfalos para honrar a la diosa Kali.


Nos sentamos en la calle para disfrutar de la vida en este pueblito y lo lugareños se nos acercan para hablar, les sacamos fotos, les encanta posar y luego verse en la cámara. La parada ha merecido la pena.


Una mención especial se merecen las tartas de manzana que se elaboran en Nepal. Son gloriosas, tentadoras, exquisitas, en definitiva, Ibon no puede resistirse al encanto de estos manjares. No hay día en el que Ibon no implore por una tarta de manzana. Se pone las botas.


Y de un pueblito tranquilo a otro todavía más apacible, Bandipur. Este enclave, también a mitad de camino, es un museo de la cultura newar. Es un lugar lleno de encanto y pasear por sus tranquilas calles admirando su arquitectura del siglo XVIII y ambiente medieval, es una gozada. Y en Bandipur visitamos ¡una granja de gusanos de seda!. Parece que la producción de seda en este lugar es muy importante. En originales no nos gana nadie.


Una aclaración sobre los newar: son los auténticos embajadores de la tradición artística y representan a la gran mayoría de la población del valle de Kathmandú. Son los responsables, desde el s. IV, del singular estilo de los templos de madera y ladrillo, coronados por una techumbre de pisos superpuestos, similar a la de las pagodas, que contribuyó al prestigio de Nepal.


Próximo destino: Kathmandú.

Reportaje en DEIA



DEIA ha publicado un reportaje que realizamos cuando estuvimos en Laos sobre las trágicas consecuencias que siguen causando las bombas sin explotar que los estadounidenses arrojaron sobre este país hace tres décadas. Es un testimonio en primera persona de las víctimas que sufren esta injusticia cada día. Agradecemos a todas ellas lo bien que nos acogieron y deseamos que esta pesadilla finalice cuanto antes para que Laos pueda vivir dignamente.
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Trekking Annapurna


Acariciando el cielo

Edmund Hillary y el sherpa Tenzing coronaron el Everest el 29 de mayo de 1953. En 2006 el neozelandés dijo los siguiente: “creo que la actitud hacia el ascenso al Everest es bastante horrorosa. La vida humana es mucho más importante que llegar a la cima de una montaña”.

Nepal es el escaparate de los mejores trekkings del mundo. Dispone de una red de senderos que durante siglos fueron utilizados por porteadores, comerciantes, peregrinos, montañeros y lugareños. Realmente los senderos son antiguas rutas de comercio que hoy en día son utilizados por montañeros dispuestos a estar un poco más cerca del cielo y también por los lugareños que viajan de los pueblos a las ciudades.

Y es que Nepal es el techo del mundo, por algo cuenta con ocho de las cimas más altas del globo. Estas montañas son sagradas para los nepalíes y no hay más que descifrar sus nombres para darse cuenta de ello. Por ejemplo, Manaslu significa “montaña del espíritu”; en nepalí Everest es Sagarmatha o “la frente del cielo” o Annapurna que es la “Diosa de la abundancia”, mientras que Himalaya es la “morada de las nieves”. El Machhapuchhare que significa”cola de pez”, es la única montaña virgen que nunca ha sido escalada por ser considerada sagrada por los nepalíes.

En estas montañas hay infinidad de opciones, desde caminatas de unas horas, hasta trekkings de varias semanas. Nosotros nos decantamos por uno de seis días por las faldas del Annapurna y se nos quedó corto porque nos encantó. Nos adentramos en pueblitos de piedra colgados a más de 2.000 metros de altura, aldeas escondidas entre las montañas que cada mañana amanecen con el espectáculo más grandioso: moles de piedra nevadas de más de 7.000 metros de altura que casi acarician el cielo.

Nos cruzamos con porteadores que suben y bajan cargados con kilos y kilos de bienes de primera necesidad y van como si fuesen de Tabira al Casco Viejo, acostumbrados a cargar durante horas. Los nepalíes se ganan a pulso el calificativo de duros como las piedras.

En el camino dejamos atrás pueblitos con nombres como Sudame, Ulleri, Ghorepani o Chuile, entre otros. En Ghorepani ascendemos al Poon Hill de 3210 metros de altitud, mientras que en Jhinudanda nos relajamos de una dura jornada en sus aguas termales. Y en Ghandruk nos encontramos con un encantador pueblito de casas de piedra.

Es una zona muy preparada para los montañeros y con un mapa pormenorizado de la zona es suficiente. Nos sorprende que el recorrido esté tan bien preparado para caminar y es que no te tienes que preocupar por encontrar un sitio para dormir, ni siquiera para beber algo. En el camino te topas con numerosas guest house o albergues que los lugareños han acondicionado junto a sus casas. Se puede dormir por 1 y 2 euros los dos y muy dignamente, aunque luego la comida es un poco más cara. Pero es normal, hay que subirla. Los lugareños agudizan el ingenio para buscarse la vida. Y sorpresa, nos duchamos hasta con agua caliente. Increíble.

Cada día andamos entre cinco y seis horas. No está mal teniendo en cuenta que apenas hay tramos lisos. Subir y bajar interminables escaleras de piedra construidas por las manos del humano. Y nos preguntamos: ¿cómo pudieron unir kilómetros y kilómetros de escaleras en estas condiciones, donde la carretera más cercana está como mínimo a seis horas andando?.

Pero el esfuerzo merece la pena. Estar alejado de toda civilización te recompensa con dormir horas sin ruidos, amaneciendo con el canto del gallo y no ver un vehículo a motor en seis días. El único medio de transporte son las mulas y los burros. Y por supuesto, el ser humano. Nos cruzamos en el camino con niños y niñas ataviados con sus uniformes escolares que cada día andan hasta dos horas de ida y otras tantas de vuelta para ir a la escuela. Y nos encontramos con unos campechanos lugareños que nos abren las puertas de sus casas.

Por la tarde nos sorprende algún chaparrón, pero no nos molesta. Porque tras la tormenta llega la calma. Las montañas se despejan. El espectáculo es digno de emocionarse: los picos más altos del mundo se abren paso entre las nubes, majestuosos. Es como estar tocando el cielo.

Próximo destino: Gorkha y Bandipur.

Nepal


"Saludo a la divinidad de tu interior"

Nepal. Nuestro último destino. Nuestra última parada tras once meses recorriendo el globo. Nepal nos recibe con un namaste, cuyo significado literal es “ saludo a la divinidad de tu interior”. Un saludo que nos encanta. Sin duda el prolegómeno de lo que nos vamos a encontrar aquí.


Después de otras 15 agotadoras horas de autobús, llegamos a la frontera nepalí por tierra desde India y en Sunauli realizamos en el momento los trámites del visado. Unos nepalíes con los que hacemos amistad en el autobús nos dicen que la oficina de inmigración está cerca y nos vamos andando con ellos. Jolín con los nepalíes, sudamos la gota gorda para seguirles y eso que ellos van cargados con bolsas de miles de kilos de peso. Nos dejan bien claro que por algo son los que suben los montes.


Tenemos un mes para recorrer este país, donde pretendemos hacer un trekking de varios días por las faldas del Annapurna y conocer varias ciudades y pueblitos. Y sólo poner un pie en Nepal, este país nos acoge maravillosamente. Nos encantan sus amables gentes, siempre sonrientes, siempre saludando.


Comenzamos por Lumbini, (foto izquierda) el lugar de nacimiento del príncipe Siddhartha Gautama, sin duda más conocido como Buda. Tras años de trabajo, los arqueólogos consideran que existen evidencias arqueológicas de que Buda nació aquí en el 563 a.C.
Ahora quedan las ruinas de los templos que se construyeron en este emplazamiento.
La historia del nacimiento de Buda es curiosa. Según la leyenda Maya Devi, su madre, estaba embarazada y estaba viajando por esta zona cuando se encontró con un estanque donde decidió darse un baño. Después del baño se puso de parto en el mismo lugar. Se cree que el estanque sagrado que existe hoy en día cercano al templo es en el que se bañó Maya Devi.


Alrededor de esta zona se está llevando a cabo una peculiar iniciativa que nos gusta mucho y que recorremos en bicicleta. Tal y como dicen los lugareños, si dentro de miles de años a los arqueólogos les da por excavar en esta zona se llevarán una sorpresa ya que encontrarán las ruinas de monasterios del siglo XXI que representan las culturas budistas del mundo. Y es que desde el año 1978 estos países como Vietnam, China, Japón, Laos, etc, están construyendo monasterios entorno al lugar de nacimiento de Buda. Cada uno refleja en los templos su visión del budismo.


De Lumbini nos vamos a Tansen (foto derecha), un agradable pueblito con calles empedradas y con un apacible ambiente medieval, donde la gente nos saluda por la calle. Merece la pena una parada y disfrutar del tranquilo lugar, donde la vida transcurre sin prisas.



Después de diez duros días en India, el cuerpo se resiente y necesitamos recuperar fuerzas. Y qué mejor lugar para ello que Pokhara. Este municipio situado a orillas del precioso lago Phewa Tal, cuenta con unas impresionantes vistas de los Annapuna con picos de entre 7.000 y 8.000 metros de altitud. En Pokhara aprovechamos para descansar y comer bien. Porque esta ciudad está repleta de restaurantes y muchos de ellos de una calidad excelente. Por lo que cogemos fuerzas antes de empezar un trekking de seis días por las faldas del Annapurna.


Por una vez hacemos un esfuerzo sobrehumano y nos levantamos a las cinco de la mañana para ver el amanecer desde el monte Sarangkot, cercano a Pokhara. El día amanece despejado y los Annapurna resplandecen majestuosos. El madrugón ha merecido la pena.


Próximo destino: Trekking Annapurna.



Varanasi

Vida y muerte en el río sagrado


Y de nuevo en India somos la atracción y no dejan de sacarnos fotos. Jóvenes y familias enteras nos piden que posemos con ellos, mientras que otros intentan fotografiarnos a escondidas. Nos sentimos como famosos. No se admiten comentarios sobre la foto de la izquierda.


Tras 15 interminables horas de tren litera que compartimos con cientos de personas, llegamos a Varanasi, una de las siete ciudades sagradas del hinduismo y una de los principales lugares de peregrinación en India.


Esta ciudad es impactante, fascinante, mágica y expira espiritualidad por todos las esquinas. Lo que vemos en esta ciudad no lo hemos visto en ningún otro sitio del mundo.


La ciudad cuenta con más de un centenar de ghats, nombre que reciben las escaleras de piedra que descienden hasta el Ganga (Ganges) y que reúnen a cientos de personas cada día en un ritual purificador para expiar los pecados. Al amanecer y al atardecer se pueden ver a mujeres, hombres y niños metidos en el río, protagonizando un ritual diario. Se bañan, hacen la colada, lavan los coloridos saris que luego dejan secar, ¡y se lavan los dientes en el agua!. Mientras en la orilla discurre la vida: los jóvenes juegan al críquet, se reúnen en animadas charlas.... Teniendo en cuenta que el Ganges soporta unos niveles de contaminación desorbitados, no deja de sorprendernos la naturalidad con la que llevan a cabo sus quehaceres diarios, mientras nosotros evitamos que ni una gota del río nos toque.


Por cierto, vemos a dos animados y decidimos turistas que no dudan un segundo y se meten al río. A día de hoy no sabemos qué fue de ellos, si estarán purificados de por vida o se desintegraron como una aspirina efervescente. Y es que el aspecto del Ganges es peor que el de la de la ría de Bilbao hace treinta años. El color es indefinible, flotan en sus aguas objetos no identificados como animales muertos y cadáveres humanos. Los búfalos se refrescan en sus aguas y es el vertedero de toda la basura.


Los ghats de Mani Karnika y Harischandra son los crematorio principales. Y no dan abasto. Durante todo el día vemos cómo preparan las piras con maderas y van quemando cadáveres envueltos en telas, a la vista de todo el mundo. Nos comentan que las cifras pueden llegar hasta 400 personas al día venidas de todas las partes de India. Está prohibido sacar fotos pero damos fe que es impactante. Al parecer las castas también tienen su importancia tanto a la hora de situarse para la cremación, como la cantidad de madera necesaria para ello. Es el primogénito que vestido de blanco y con la cabeza rasurada se encarga de prender fuego a la pira, acompañado del resto de familiares masculinos. No hay lágrimas, ni muestras de dolor. De nuevo presenciamos la naturalidad con la que asumen la muerte. Y no vemos ninguna mujer en el ritual. Nos explican que se debe a, cita textual: “las mujeres son de corazón débil y pueden llorar”. Ahí queda eso. Las cenizas son lanzadas al río, mientras que otras veces cuerpos enteros, atados a una piedra para que se sumerjan en el fondo, son depositados en el agua. Vida y muerte conviven en el río sagrado.



Y al atardecer la luz y la espiritualidad se apoderan de Varanasi. Cada noche los ghats acogen una ceremonia de agradecimiento al río sagrado. (Foto). Se depositan velas en el río para atraer al buen karma. Un ritual que nos parece contradictorio ya que mientras veneran al río, luego son capaces de depositar toda la basura en el mismo. Contradicciones de la India.


Varanasi es un lugar fascinante. La orilla del río está repleta de magníficos palacios, la mayoría de ellos en un estado ruinoso y es una pena porque este lugar con su espiritualidad única en el mundo, podría ser todavía más mágico.

Y en este lugar especial nos ocurre una curiosidad. El pasado octubre conocimos en un hostel de Buenos Aires a Gaurav, un chico indio de Delhi muy simpático que llevaba fosilizado en el hostel un tiempo. Era muy popular en el establecimiento por el tiempo que llevaba allí. Paseando por Varanasi ¡nos encontramos con él!. ¿Casualidad?. Nos quedamos alucinados por la coincidencia, algo imposible, ya que él también está de visita. Nos vamos a cenar con él y nos cuenta algunas peculiaridades de la vida en India. Nos explica que el papel de las mujeres es el de cuidar de sus hijos y toda la responsabilidad del éxito del vástago recae sobre ellas. Nos comenta también que la sociedad india está fundamentada en la familia y “lo que ocurre entre las cuatro paredes de una casa, no lo sabe nadie”.




Próximo destino: Nepal.

New Delhi y Agra


Impactante India

Tras el orden absoluto, la limpieza extrema y la refinada educación japonesa, aterrizamos en New Delhi donde la suciedad, el caos y el afán por sobrevivir se apoderan de sus calles.


Los expertos dicen que India está emergiendo como una potencia económica mundial. Pues que nos permitan ponerlo en duda. Más que nada por lo poco que hemos podido ver de este país. Nuestra prioridad era entrar por India para llegar a Nepal, pero aprovechamos para visitar varias ciudades del norte como Delhi, Agra y Varanasi, la mejor entrada al país vecino. Tal vez no podemos opinar demasiado ya que solo estamos diez días en este país, pero las largas horas de tren y autobús que compartimos con sus habitantes y lo que vemos a través de las ventanas, nos permiten hacernos una pequeña idea de la realidad de India.

Un país no puede ser una potencia mundial mientras sus índices de desarrollo humano están a la cola del continente. La gente vive como en la Edad Media, conviven con la suciedad y con los animales. Hemos visto a gente defecando en cualquier esquina, durmiendo en cualquier sitio y la igualdad ente mujeres y hombres es un espejismo todavía más alejado que el nuestro. Y es que probablemente será el país que hemos visitado, además de África, donde menos pintan las mujeres, un cero a la izquierda. No vemos ninguna regentando negocios o trabajando, siempre a la sombra de sus maridos, y como anécdota, en las colas para comprar billetes de tren no hay ni atisbo de ellas. Como curiosidad, cuando Lorea fue a comprar los billetes de tren mientras Ibon cuidaba las mochilas, fue el foco de atracción en las largas colas. Decenas de ojos masculinos puestos en ella. Era la única mujer. El hombre es el encargado de los trámites importantes y las mujeres no tienen presencia en la sociedad, únicamente entre las cuatro paredes de su casa. En un autobús coincidimos con cinco chicas de un equipo de jockey sobre hierba. Su entrenador al despedirse les dice: “Play hard , girls!”, (Jugar duro chicas). Estas jóvenes son el futuro de este país y deberán jugar duro, pero no sólo en la cancha, sino también fuera de ella.


Dicen que la India te enamora o la odias. Para nosotros es un poco de cada ingrediente. Es un país fascinante, sobre todo impactante y que sin duda no te deja indiferente. Ni mucho menos. Definir India es hablar de color, tradición, espiritualidad, caos, desorden, gente, mucha gente y de supervivencia. Es como si India no quisiera evolucionar al ritmo del resto del mundo.

Llegamos a Delhi que nos recibe con más de 45 grados. Es una ciudad mal diseñada, muy sucia y poco atractiva, pero esto no impide que haya sitios interesantes para visitar como las calles de Old Delhi, la parte vieja, con miles de bulliciosos comerciantes que venden de todo. Cada diez metros te encuentras con algo que te deja con la boca abierta, desde dentistas que te hacen una limpieza bucal sobre la acera, hasta “expertos” capilares que se encargan de retirar una a una las canas del pelo. Las calles de Delhi son vibrantes, bulliciosas, y los ojos de la gente ..... se te quedan mirando fijamente, una mirada oscura, profunda, única. En la capital visitamos también el fuerte rojo de Delhi con unos impresionantes muros, construidos en arenisca roja y rodeado de una muralla de 6,5 kilómetros de largo.

Madrugamos para coger el tren a Agra donde visitaremos el Taj Majal. Hace mucho calor, pero esto no impide que nos quedemos horas y horas embelesados admirando esta increíble manifestación de amor. El Taj Majal es soberbio, impresionante, fascinante, increíble, maravilloso, imponente.

El palacio fue construido en el siglo XVII por el emperador musulmán Shah Jahan en honor de su esposa favorita, Arjumand Bano Begum, más conocida como Mumtaz Mahal quien murió dando a luz a su decimocuarto hijo .

El mejor momento para visitarlo es el amanecer o el atardecer ya que el mármol blanco con el que está construido va cambiando de color y el sol le confiere tonalidades que acrecientan su magnanimidad. Y cómo no, nosotros elegimos el atardecer.


Sin duda, el Taj Majal se merece estar entre los mejores monumentos del mundo.


Próximo destino: Varanasi.

Tokyo




La ciudad del siglo XXI

De la tranquilidad de las montañas japonesas nos plantamos en la ciudad de la luz, de la modernidad, la limpieza, el orden y de la gente fashion. Si París fue la ciudad del siglo XIX y Nueva York del XX, con el permiso de Bilbo, probablemente Tokyo será la ciudad del siglo XXI.


En Tokyo se puede hacer y encontrar prácticamente de todo. Es una moderna urbe que ofrece diferentes ambientes esparcidos por sus barrios. Desde el famoso y concurrido cruce de Shibuya donde cientos de personas se encuentran en una intersección llena de luces, hasta el contraste con el barrio de Harajuku, donde el ambiente es más alternativo con tiendas de diseñadores. Y por supuesto por donde se pasea la gente más extravagante del planeta. Chicas vestidas de muñecas, de “gothic lolitas”, de punkies fashion. En definitiva, una amalgama de estilos que sólo se pueden ver en Japón. Eso sí, todos impecables y cuidando hasta el último pelo. En el parque Yoyogi se dan cita cada fin de semana todas las tribus más extravagantes de Tokyo. A alucinar señores.


Cerca de Harajuku se exhiben también las grandes tiendas de marcas chic de diseñadores famosos. Los espectaculares edificios han sido diseñados por arquitectos de renombre que se pelean por levantar el edificio más extravagante. En Tokyo no se pierde un detalle y todo es fashion.


La modernidad y la tradición se mezclan en Japón. Paseando por un parque nos encontramos con la celebración de una boda tradicional (foto). Aunque algunas parejas mantienen este rito, muchas otras celebran las bodas al más estilo tradicional.


En Japón se vive la cultura manga con pasión. Y en Akihabara nos encontramos con grandes almacenes dedicados exclusivamente a esta cultura y por supuesto entramos en varios y flipamos. Miles y miles de cómic a los que los japoneses están enganchados se venden en las librerías especializadas. Y en la planta baja, ¡sorpresa!, el manga – porno. Nos interesamos por uno de estos cómic y no tienen desperdicio.


Los japoneses adoran y miman su comida y nosotros también. Nos perdemos por grandes y elegantes tiendas estilo delicatessen que venden comida preparada donde compran los menús los japoneses. Es una pasada, no sabemos ni qué elegir. Y nos ponemos las botas a comer comida japonesa.


Y los aparatos electrónicos son otra de las debilidades de los nipones. Que aunque madrugan, curran infinidad de horas y llegan tarde a casa, parece que luego les gusta que estos cachivaches les animen su escaso tiempo libre. Visitamos una especie de museo en el que la marca Sony exhibe sus últimos aparatitos, lo que dentro de unos meses llegará a Europa. Nos pasamos toda una mañana probando todo tipo de artilugios que muchas veces ni sabemos para qué sirven.


Y ya inmersos en la cultura japonesa, en Tokyo nos alojamos en un hostel de cápsulas de madera muy acogedoras.


En definitiva, pasamos cinco días en Tokyo paseando por sus barrios y sumergiéndonos en su especial forma de vida, probablemente una de las más peculiares del planeta.


Próximo destino: India.

Alpes japoneses

Esquiando en Japón


Y como dos balas nos plantamos en los Alpes japoneses, porque Japón no sólo presume de grandes ciudades sino que también ofrece naturaleza. La idea es descubrir la zona montañosa y andar un poco por el monte, pero nos juntamos en el tren con una pareja irlandesa que casualmente va al mismo hostel que nosotros en Hakuba y nos preguntan: ¿también vais por la oferta de esquí?. ¿Cómo?, ¿qué oferta de esquí?, ¿pero hay nieve?. Pues parece que sí y no nos lo pensamos dos veces. Por un módico precio nos dejan todo el equipo y está incluido el forfait de un día.

Al día siguiente estamos vestidos con pantalones de esquí, guantes, gafas y ataviados con nuestro equipo nos subimos a
las pistas. Era una opción que no estaba en nuestros planes, ni mucho menos, pero que no desaprovechamos y la verdad es que pasamos un día agradable deslizándonos por las pistas japonesas. Y seguimos flipando con los japoneses hasta en la nieve. Nos encontramos a un tío haciendo snow, vestido de ¡gothic lolita!. Con sus faldas al más estilo camarera de hotel y su tabla rosita es el más rápido de la pista. Y nadie le mira, sólo nosotros dos que flipamos un rato.

Seguimos sumergiéndonos en la cultura japonesa y dormimos en una habitación de estilo tradicional, con un colchón sobre un tatami en el suelo, paredes y puertas correderas de papel. (Foto). ¡Ah!, en Japón siempre hay que descalzarse para entrar a una casa o en un hotel, una costumbre que nos gusta. Y los báteres son de flipar. Están extremadamente limpios, la taza está calentita cuando te sientas y no es consecuencia del anterior inquilino, tienen un panel de mandos con varias opciones como chorritos de diferentes presiones, con música y todo. Da gusto darse una vueltita por el WC. Los cachivaches japoneses dan mucho de sí. Y los japoneses siguen en su estilo, saludan y saludan continuamente. Hasta cuando pasa el tren, los trabajadores que están en las vías, paran de trabajar y saludan al conductor.

Seguimos sacándole partido al pase de tren y de camino a Tokyo hacemos una parada para visitar el Castillo de Matsumoto, catalogado como Tesoro Nacional. Es un castillo de madera, tanto la estructura como la fachada, que está rodeado de un foso de agua y construido sobre unos muros de piedra de siete metros de altura. Y se puede visitar por dentro, donde se pueden apreciar las funciones defensivas de un castillo japonés. Desde su torre de cinco pisos se puede disfrutar de unas vistas excelentes. Es una verdadera maravilla.

Próximo destino: Tokyo.

Hiroshima y Narita

La ciudad de la paz

Hiroshima. 6 de agosto de 1945. 8.15 de la mañana. El Enola Gay lanza por primera vez en la historia de la humanidad una bomba atómica como arma sobre la ciudad japonesa. Terror y destrucción. 140.000 personas murieron al finalizar el año y otras muchas sufrieron las consecuencias de aquella acción terrorífica comandada por los estadounidenses.


Un excelente Museo Conmemorativo de la Paz recrea lo que ocurrió el 6 de agosto y sus consecuencias. Imágenes, fotografías y objetos entre otros, muestran la barbarie que tres días después se trasladó a Nagasaki.


Nos impacta una maqueta que se exhibe en el museo en la que se puede apreciar cómo era Hiroshima antes de la bomba atómica y cómo quedó arrasada tras la detonación. Se exhiben también objetos que quedaron deformados por la radiación de la bomba, así como unos escalones de piedra que estaban situados a 260 metros del hipocentro y que se quedaron blancos por la radiación del calor, excepto el lugar donde se encontraba una persona sentada que quedó más oscuro, como si fuera una sombra.


En las inmediaciones y a 150 metros del hipocentro de donde explotó la bomba se encuentra el famoso edificio de la Cúpula de Gembaku, que se ha convertido en el icono de la destrucción. El edificio que se construyó para albergar la Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima , fue la estructura más próxima que resistió la impacto, por lo que se ha preservado tal y como quedó después de la detonación, como un símbolo para la eliminación de las bombas nucleares.


Desde entonces Japón emprendió su camino hacia la paz con la firme esperanza de la abolición de las armas nucleares. En 1968 adoptó tres principios contra las armas nucleares: no producir, no poseer y no permitir su entrada al país. No obstante países como Israel, Pakistán, India, China, Korea del Norte, Rusia, Francia, Inglaterra y Estados Unidos cuentan con armas nucleares.



Desde Hiroshima aprovechamos para acercarnos a Miyahima, una isla sagrada a la que se puede acceder tras unos minutos de ferry, trayecto que nos cubre el pase Japan Rail. La isla está dedicada a los dioses y es conocida como la “isla del templo sagrado”.


El templo más famoso de la isla es el sintoísta Itsukushima, que es patrimonio de la humanidad. Está considerado como uno de los lugares más bellos de Japón. Se construyó hace más de 1.500 años y lo más famoso del templo es una enorme puerta Torii a la que se puede llegar caminando cuando hay marea baja, y cuyo reflejo se puede ver en las aguas del mar cuando hay marea alta. La foto de la puerta Torii es una de las estampas más conocidas de Japón.



Y seguimos amortizando el pase de tren. A media hora de Kyoto se encuentra la ciudad de Nara, cuyo conjunto monumental está declarado Patrimonio de la Humanidad. La ciudad está salpicada de templos budistas, sintoístas y palacios imperiales con jardines increíblemente bien cuidados, donde se pasean tranquilamente los ciervos sika, considerados mensajeros de los dioses. Además se les puede dar de comer las galletitas que se venden en los puestos.



Y de noche nos acercamos hasta Osaka y empezamos a flipar con los japoneses. La ciudad se enciende de noche, revive con las espectaculares luces de los comercios y las grandes pantallas de televisión que se instalan en las calles por donde se pasean los jóvenes, a cada cual más fashion y con los atuendos más extravagantes que hayamos visto nunca. Parecemos dos marcianos de pueblo. “Mira ese; mira, mira esa”, son las frases que no dejamos de repetir con la boca abierta. Hasta los perros van vestidos con pantalón vaquero y el pelo teñido. Esto es sin duda otro mundo. Nos encanta Japón.


Próximo destino: Alpes japoneses.

Kyoto


Bienvenidos al país del orden y la educación

¡Guau!. Aterrizar en Japón es ya de por sí toda una experiencia. ¡Esto es otro mundo paralelo al nuestro!. Los japoneses son las personas más ordenadas y educadas de la tierra y han construido un país al servicio de sus necesidades. Además, son los únicos funcionarios de aduanas que nos hemos encontrado en el mundo que nos saludan con una sonrisa. Y este es sólo el prolegómeno de lo que nos espera en este país.


Japón es uno de los países más caros del mundo y damos fe de ello, por lo que vamos a dedicarle sólo dos semanas. Así y todo el presupuesto se va a resentir. El alojamiento es carísimo aunque la calidad y la limpieza es extrema; el transporte es casi inaccesible para nuestros bolsillos pero el “amable” Gobierno japonés dispone de un pase, denominado “Japan Rail Pass”, destinado únicamente a los turistas que viajan por Japón, con el objetivo de que el viaje no nos salga la torta un pan. Y así y todo es caro. Por ejemplo, un viaje en el Shinkansen - un tren que vuela a 270 kilómetros por hora y no es el más rápido que circula por el país ya que le precede en velocidad el Nozomi - te cuesta de Tokyo a Kyoto unos 110 euros por dos horitas y media. O para desplazarte del aeropuerto a la ciudad de Tokyo el billete te sale 23 euritos nada más. Ahí queda eso. Y eso sólo es un ejemplo. Aunque el sistema de transporte público en Japón puede resultar al principio un poco lioso, ya que en una misma estación se cruzan líneas privadas, públicas o municipales que comparten vías, al final te vas familiarizando y gracias a la insistencia en preguntar y preguntar y a la amabilidad de los japoneses, se llega a todos los sitios.


Este pase tiene unas características específicas y aunque este blog no nació con la intención de ser muy práctico ya que decidimos enfocarlo de otra manera , a continuación vamos a explicar en qué consiste el Japan Rail Pass por si a alguien le interesa. Por lo tanto, las próximas líneas solo son para los interesados. El resto que se pase al siguiente párrafo.



JAPAN RAIL PASS:


Es un pase para extranjeros que viajan por Japón y que permite trasladarse por las líneas públicas de

JR que comprenden trenes, autobuses, ferrys y algunas líneas de metro de Tokyo. Eso sí, el Nozomi, el tren más rápido, no está incluido en el billete. En definitiva, se puede llegar a casi todas las partes del país con este pase y realizar los viajes que quieras. Debe reservarse fuera de Japón y canjearlo una vez que llegues. Nosotros lo adquirimos en las oficinas de Japan Airlines de Hanoi en Vietnam. El precio del pase se diferencia según los días que lo necesites. No es barato, por lo que en un principio sacamos cuentas si compensa o no. Si sopesas las alternativas como moverte en autobuses privados y únicamente quieres visitar ciudades concretas, tal vez no te sale más barato moverte con el pase. Pero sin duda ganas en comodidad y si quieres visitar varias ciudades, te permite moverte con facilidad. Los precios para adultos son los siguientes: un pase para siete días cuesta por persona 28.300 yen (242,8 euros); de 14 días 45.100 yen (365 euros) y 57.700 yen (494,8 euros) el de 21 días. El cambio depende de las fluctuaciones del euro en el momento de comprarlo. A nosotros nos interesa el de 14 días.


Al llegar a Japón se canjea el bono y te dan una especie de postal navideña que vas enseñando a los empleados de las estaciones y ya está. Así de fácil. Los días empiezan a contar en el momento en que empiezas a utilizarlo. Es muy cómodo porque puedes plantarte en la estación y coger el siguiente tren al destino que tú quieras reservando un sitio en las oficinas de JR. Y realmente nos damos cuenta que merece la pena, siempre y cuando la intención sea visitar muchas ciudades. Aunque en un principio no lo compramos muy convencidos por su precio, finalmente le sacamos jugo, lo amortizamos y sobre todo, ganamos en comodidad.



Seguimos. No perdemos el tiempo y nada más llegar al aeropuerto de Narita nos cogemos un tren Shinkansen, uno de esos que casi vuelan y nos plantamos en Kyoto, una agradable ciudad con un patrimonio cultural impresionante. Los maravillosos templos y santuarios, junto a los palacios y los impecables jardines conforman una ciudad en armonía con la naturaleza y las costumbres japonesas. Es la mejor época para visitar Japón ya que los cerezos están en flor y aportan un colorido extraordinario al paisaje.


Los distritos de Gion y Pontocho son famosos por las geishas y maiko o aprendizas de geisha. Nos encontramos por la calle a mujeres vestidas y maquilladas con los trajes tradicionales y no son una turistada. Aunque hay algunos sitios en los que previo pago te visten y te maquillan como una verdadera señorita japonesa. El papel de las geishas ha ido cambiando con los años. Un dato significativos es que en 1920 había 80.000 geishas en el país, mientras que hoy en día no hay más de un millar. Por favor, no confundirlo con prostitutas, que no lo son. Son profesionales del entretenimiento y como dato curioso, originariamente la mayoría eran

hombres.



En Kyoto hay un mercado increíble donde se venden una variedad de alimentos que nunca antes habíamos visto. Un cocinero occidental tiene que estar en su salsa en estas calles. Probamos algunas delicias y empezamos a adentrarnos en la variada comida japonesa.


Próximo destino: Hiroshima.