Potosí y Sucre




Por las entrañas de la Pachamama


“Soy el rico Potosí, del mundo soy el tesoro, soy el rey de los montes, envidia soy de los reyes”. Nuestro próximo destino pasa por la ciudad de Potosí, declarada Patrimonio de la Humanidad y que da nombre a un refrán muy extendido: “vales un Potosí”. El significado procede de las minas que desde que comenzaron a explotarlas en el siglo XVI, proporcionaron toneladas de plata a los conquistadores durante siglos.



Potosí está situada bajo el Cerro Rico (4.800 metros de altitud) y su nombre lo dice todo: durante siglos sufragó con el mineral que salía de las entrañas de la montaña numerosas guerras de los conquistadores.


Decidimos hacer una visita a las minas y para ello tenemos que vestirnos con el atuendo de un minero y de esa guisa nos adentramos en las entrañas de la Pachamama. ¡Soy mineroooo!. Aunque lo parezca, la visita no es ninguna broma. Hay que entrar por túneles excavados, sin luz, que en muchos tramos no te permiten ponerte de pie, además de inhalar un aire lleno de polvo y andar por el barro. Se trata de un laberinto de galerías excavadas durante siglos que han provocado que las entrañas de la Pachamama se parezcan a un queso gruyere.



Las minas están bajo el control de cooperativas y todavía te encuentras con mineros que trabajan en las mismas condiciones que en el siglo XVI, tratando de extraer las agotadas riquezas: sin ningún tipo de protección, ni control, ni adelantos tecnológicos, trabajando con pico, pala y barreños, y lo más fuerte de todo es que da la sensación de que excavan donde mejor les parece.

Nos explican que cada uno de ellos decide cuándo y cuánto tiempo trabajar. Algo así como: me voy a la mina a trabajar un rato, a ver si hay suerte y saco algo. Perseguirán un sueño, el de hacerse ricos, pero de momento el único aliciente que tienen es masticar la hoja de coca. Las instalaciones dejan también mucho que desear y probablemente no habrán cambiado mucho desde el siglo XVI.

La hoja de coca, el tabaco y alcohol de 96 grados son primordiales en las minas. Son también las ofrendas al Tío (foto), un personaje con imagen de demonio que te lo encuentras dentro de las galerías y que protege a los mineros. Pero a pesar de las ofrendas, la mina se sigue cobrando sus vidas. Nos explican que las mujeres no pueden entrar a trabajar dentro de las minas, pero sí fuera, seleccionando lo que sale de dentro. Antes de entrar, te invitan a comprar tabaco, alcohol, hoja de coca y ¡dinamita!, para ofrecerles a los mineros. Lo de la dinamita no nos queda muy claro, pero cuando ves las condiciones en las que trabajan te percatas que la hacen estallar donde mejor les parece.


Potosí fue una ciudad económicamente muy fuerte y creció gracias a las minas. Se instaló incluso una Casa de la Moneda que se puede visitar y que merece la pena porque es parte de su historia. Para explotar las minas, los conquistadores se aprovecharon de la “mita”, una institución inca que obligaba a trabajar cada siete años un periodo de cuatro meses. Además de los indios, introdujeron también esclavos negros para trabajar en condiciones infrahumanas, pero al parecer se morían como moscas.


De Potosí nos llevamos la sensación de que en su época fue una ciudad que vivió un gran esplendor económico. Tal vez fue el tesoro del mundo, pero las riquezas se las llevaron en barcos y dejaron un cerro que ya no da más de sí.


De Potosí nos vamos a Sucre, una ciudad universitaria que alberga varias facultades y que merece una visita ya que es muy agradable.


Próximo destino: Salar de Uyuni.

28 de agosto





Día de reflexión

Hoy 28 de agosto hemos decidido que vamos a dedicar este día a la reflexión. Hace un año se murió tía Bego y por eso hoy nos acordamos de todos, sobre todo de amama, Pepe y tía Carmen, y de forma muy muy especial de Izaro. Hoy hacemos un parón para acordarnos de tía Bego que seguro que una parte de ella ha venido con nosotros. En cierta manera ella tiene un poco la “culpa” de este viaje, porque sin saberlo nos enseñó que hay que disfrutar de la vida a tope. Es por ello que queremos que sea un día para la reflexión sobre la efímera distancia entre estar y no estar aquí. Os invitamos a todos a reflexionar y que nadie tenga miedo a cumplir sus sueños. Carpe diem.


La Paz-BOLIVIA


Las dos Bolivias


Cambiamos de nuevo de país y atravesamos la frontera hacia Bolivia, nuestro próximo destino. Se trata básicamente de una frontera política ya que las escenas se repiten: las caras de la gente, las indumentarias, el idioma, etc. A pesar de estar divididos por una frontera, Perú y Bolivia tienen muchas cosas en común: comparten historia, cultura, tradiciones, e idioma.

Llegamos a La Paz, la capital más alta del mundo (3650 metros de altitud). Se trata de una gran ciudad, caótica, llena de coches de sexta mano y gente, mucha gente en la calle. Miles de viviendas van ocupando la ladera de la montaña, como si literalmente estuviesen colgadas.

Llegar a La Paz es como aterrizar en un enjambre de puestos de venta de todo tipo que no sólo ocupan las aceras, incluso también el asfalto de la carretera. Es como un gran centro comercial, pero al aire libre. Puedes encontrar puestos de venta de libros, frutas y verduras, productos de limpieza, fetos de llamas, kits de ofrendas a la pachamama, complementos electrónicos, comida, y un largo etcétera. Hasta es posible que te preparen una pizza debajo de un semáforo. Esto es La Paz.

Llegamos el 1 de agosto, día de la ofrenda a la Pachamama y nos encontramos con una curiosa tradición: encienden hogueras en las entradas de las tiendas para que el humo las purifique, un humo que se adueña de todo el establecimiento para la curiosidad de los nunca hemos participado en tan curioso ritual.

En La Paz conviven las dos Bolivias: la que domina económicamente con sus rascacielos (aunque no tienen nada que ver con los de una capital europea) y la que subsiste como puede. Sin duda y tras conocer las dos, nos quedamos con la segunda. A pesar de sus limitaciones y su cruda realidad es más rica y está más llena de vida. Y obviamente también nos hemos encontrado las dos Bolivias enfrentadas políticamente: la defensora a ultranza de Evo Morales, a quien consideran un dios y la detractora del presidente y su política.

La realidad y las contradicciones de esta ciudad nos atrapan desde un primer momento. A pesar de la fama de insegura y caótica que tiene, a nosotros nos atrae y decidimos dedicarle varios días. Callejeamos, visitamos los edificios más emblemáticos y miramos con curiosidad los puestos de venta. Uno de los días de nuestra estancia en La Paz lo compartimos con las chicas de Valladolid y Palencia que conocimos en el lago Titicaca y con las que volvemos a encontrarnos.

Ibon en bici: uno de los días me fui a hacer un descenso en montain bike por la llamada “Carretera de la Muerte”. Es una las actividades que tenía marcada en rojo en este viaje. Consiste en un descenso de 60km que comienza a una altura de 4700m y acaba a 1200m. Es una carretera estrecha de grava con un barranco a uno de los lados por el que hasta hace 3 años circulaban los vehículos pero que ahora como han hecho una nueva carretera, ya no hay el trafico de antes. El descenso no tiene mayor dificultad ya que no es muy pronunciado y casi no hay tráfico (en todo el descenso solo nos cruzamos con dos coches). A poco que andes en bici, el descenso no entraña peligro. El problema es que este descenso es muy popular y lo hace mucha gente y por lo tanto hay algunos que no han cogido una bici desde la comunión y se creen Marco Pantani. Fue lo que le ocurrió a un rumano que justo delante de mí se dejó media cara, además el guía nos dijo que hacía unos meses una chica se cayó por el barranco y …..caputo. Pero la verdad es que el descenso está muy bien ya que las vistas son espectaculares y hacer algo fuera de lo habitual te hace desconectar un poco. Te dejan unas bicicletas que no están nada mal (con frenos de disco), además de guantes, casco y una especie de chándal. El desplazamiento es en furgoneta. Te dan desayuno y comida y al final te regalan una camiseta. Todo por 20 euros. La verdad es que merece la pena.

Lorea aprovecha el día para pasear por La Paz y llevar la ropa a limpiar a una lavandería que falta nos hacía. Tenía ganas de ir al cine a ver una peli, pero la cartelera motiva bien poco y no hay mucha elección, por lo que decide posponer la sesión de palomitas hasta una mejor propuesta.Otro de los días decidimos hacer una visita a las ruinas de Tiahuanaco, un enclave situado a unas dos horas de La Paz en autobús público que se convierten en cuatro. Cosas de Bolivia. Antes de que los conquistadores llegaran o incluso antes de que los incas edificaran su imperio, la misteriosa ciudad de Tiahuanaco yacía ya en ruinas. Sus moradores desaparecieron, pero los restos que dejaron daban fe de una poderosa y antiquísima civilización. La verdad es que hoy en día poco o nada queda de aquel pasado y lo que queda de Tiahuanaco, no hace justicia a lo que debió ser. Los saqueos y la poca protección e interés que han dedicado al enclave han provocado que a nuestro parecer, no merezca la pena una visita. Y menos pagar la desorbitada entrada (8 euros), ya que apenas queda nada de lo que fue y ni siquiera te haces una idea. Una verdadera pena.

Próximo destino: Potosí y Sucre

Lago Titicaca

Regreso al pasado




Según los incas el lago Titicaca es el origen de todo, el lugar del que emergió el dios Sol para crear al primer inca. El lago navegable más alto del mundo (3.812 metros de altitud sobre el nivel del mar), es una gran masa de agua dulce que se extiende entre Perú y Bolivia y está salpicada por más de 40 islas, algunas de ellas habitadas por comunidades que viven de la pesca, la agricultura y desde no hace mucho tiempo han abierto sus casas al turismo, como una forma de obtener ingresos. Se trata de un turismo muy controlado ya que son las propias comunidades las que planifican la estancia.


Y movidos por la curiosidad de conocer esta realidad, nos fuimos para el Titicaca. El plan era visitar las islas flotantes de totora de los Uros y las islas de Amantaní y Taquile. Cogemos un barco desde el puerto de Puno y llegamos al territorio de los Uros (foto). Son unas islas artificiales elaboradas con juncos de totora, lo que nosotros conocemos como cañas, confeccionadas con técnicas heredadas de sus antepasados los incas. La sensación de pisar la isla es curiosa: es como desplazarse por una superficie de goma espuma. Los Uros dejaron la tierra firme huyendo de los colonizadores y construyeron sus casas también de totora en el mismo lago sobre estas islas artificiales que no tienen más de 50 metros de diámetro. Lo curioso del tema es cómo en pleno siglo XXI siguen viviendo de esta forma que nos resulta tan extraña. Aunque las islas están ancladas al lecho del lago, es difícil acostumbrarse a “flotar” sobre los juncos de totora y estar completamente rodeado de agua en un espacio tan pequeño. Para ellos es algo natural.


De esta isla nos desplazamos a Amantaní, donde vamos a pernoctar. Nada más descender del barco, unas señoras nos reparten a todos los que llegamos en las diferentes casas de los lugareños que están dispuestos a acoger a viajeros. La comunidad ha decidido abrir sus casas a los que quieran visitarles y al parecer se reparten los ingresos. En la isla no hay hoteles ni restaurantes, lo que ofrecen son sus viviendas e invitan a compartir su estilo de vida.


A nosotros nos toca la casa de Ricardina que ha acondicionado una habitación junto a su vivienda para los visitantes. La casa carece de luz y agua y está edificada con adobe, como todas las de la isla. Es curioso que estando rodeados de agua dulce, carezcan de este bien tan preciado porque no pueden correr con los gastos de una bomba. Ricardina, ataviada con el vestido típico que es el que usa a diario, habla justo justo castellano. Vive con sus hijos, nietos y su madre y su padre, estos últimos sólo se comunican en quechua.


Entablamos una conversación con nuestra anfitriona y nos dice que le gusta que les visiten. Pero nos damos cuenta que la percepción del mundo que tienen se limita al perímetro de la isla. Comemos y cenamos en su cocina, a la luz de las velas y junto a una especie de fuego bajo que sirve también para cocinar en unos pucheros que bien pasarían por reliquias de museo. Nos da la sensación que hemos retrocedido no uno, sino varios siglos, pero estamos a gusto. Nos acomodan en una pequeña mesa en la que casi no entramos los dos y en el suelo se sienta el resto de la familia, como algo habitual en ellos. El humo del fuego inunda la oscura habitación. Ni siquiera nos vemos las caras y hablan entre ellos en quechua. Nos observan como a marcianos. Fue algo realmente surrealista pero que está guardado en nuestro disco duro para siempre. Nuestra habitación es básica pero está bien. Cuenta con un orinal debajo de la cama. Importante tenerlo en cuenta.


Por la tarde subimos al templo inca del Pachatata (dios padre) y contemplamos un atardecer inolvidable con el lago Titicaca como protagonista y la cordillera de los Andes nevada al fondo.
Por la noche Ricardina nos viste con los trajes típicos y nos lleva a una “fiestuqui” donde coincidimos todos los visitantes. Nos echamos unos bailes un tanto sosos pero hay que destacar las manos de Ricardina. Es como si tuviesen una doble piel, gruesa y áspera, que le protege del frío. Es obvio que estas personas están hechas de otra pasta debido a las duras condiciones a las que están expuestas. Ricardina tiene 48 años y aparenta 70. Se dice de estos lugareños que cuando pisan tierra firme se les aclara hasta la piel. Sin duda toda una experiencia.


Al día siguiente, después de despedirnos de la familia, nos dirigimos a la isla de Taquile donde son fiestas y está todo el pueblo en la plaza viendo las danzas regionales. Vamos, como Sanmigeles de Iurreta. En esta excursión conocemos a tres chicas muy majas de Valladolid y Palencia, Ruth, Irene y Bego. Ellas sí que habían conocido la cruda realidad de Perú, ya que estuvieron varias semanas en Lima colaborando a través de una ONG, impartiendo clases de apoyo a niños más desfavorecidos de la capital. Aprovechaban los últimos días de su estancia para recorrer los lugares más interesantes de Perú y Bolivia. Nos contaron algunas experiencias que vivieron en Lima de quedarte con la boca abierta. Esa era la cruda realidad.





Próximo destino: Bolivia.


VALORACIÓN DE PERÚ: Perú ofrece una variedad muy amplia de alternativas que hacen que sea un destino muy recomendable. Machu Picchu es la reina y realmente se gana el calificativo. Este país cuenta con numerosos alicientes que bien merecen una visita: enclaves arqueológicos impresionantes, un pasado muy rico y ciudades que lo avalan y maravillas naturales que sorprenden. Además es un destino muy económico, excepto Machu Picchu, que hace gala de encontrarse entre las siete maravillas del mundo que se nota también en el precio. Respecto al transporte por carretera se pueden encontrar compañías de calidad y seguras. Además hay alojamiento para todos los gustos y bolsillos. Nos hubiese gustado hacer una visita al norte del país, pero otra vez será.

Machu Picchu




“Invocando a la Pachamama”

Adentrarse al amanecer en Machu Picchu es una de las sensaciones más gratificantes que hemos sentido. Tal vez contamos con un factor añadido como es la predisposición que tenemos desde hace tiempo por visitar este enclave arqueológico. Nada más entrar en el yacimiento te das cuenta que es un emplazamiento con mucha fuerza. El paisaje que rodea a Machu Picchu, junto a las perfectamente conservadas ruinas y al cansancio del ascenso y al madrugón, hacen que te emociones. Y precisamente nada más rebasar la puerta de entrada, Lorea se emocionó y se echó la llorera del siglo junto a otra chica que no conocíamos de nada pero que también sintió la misma emoción. Unidas a moco tendido por el espectacular paisaje y rodeados del silencio del majestuoso lugar, las dos no dejaban de repetir entre sollozos: ¡mira qué bonito!.

Machu Picchu (2.630 metros de altitud) nos ha desbordado. Ha sido una experiencia espectacular. Durante las tres primera horas dentro del recinto no abrimos la boca y nos sentamos para admirar el amanecer totalmente en silencio y ensimismados con lo que veíamos. Impresionante. La magia de Machu Picchu es un cúmulo de sensaciones para todos los sentidos. Y es el entorno el que le agrega la dosis de magia: un promontorio rocoso inaccesible donde se instalaron los incas, bajo la mirada del Wayna Picchu que es el monte que hace famoso a Machu Picchu y que se ve en todas las fotografías, y en el horizonte picos de 6.000 metros nevados. Seguramente no es lo mismo llegar andando de noche y ver el amanecer que plantarse allí, a las 11 de la mañana y en autobús y con todo el recinto lleno de gente. Porque realmente hay mucha gente, pero por algo Machu Picchu es una de las maravillas del mundo y todos tenemos derecho a verlo. Y el sumun llegó cuando contemplando el amanecer y en un silencio total escuchamos desde la punta del Wayna Picchu un irrintzi. Casi nos morimos.

Subimos en el segundo turno al Wayna Picchu y el ascenso es realmente duro, con tramos casi verticales. Pero merece la pena ya que te permite disfrutar de otra perspectiva del enclave arqueológico. Y nos sentimos tan fascinados con este lugar que no salimos del mismo hasta ¡las cuatro de la tarde!, para regresar andado a Aguas Calientes. El esfuerzo, sin duda, merece la pena y con creces. Además nos hemos cargado de la energía positiva que desprende este lugar.


Para subir a Machu Picchu existen varias opciones. Una es realizar el trekking del famoso Camino del Inca que durante cuatro días te adentra por los parajes naturales hasta ascender al enclave. El problema es el precio desorbitado, unos 400 dólares no te los quita nadie y además hay que reservarlo con meses de antelación ya que el cupo está limitado. El precio nos parece una timada teniendo en cuenta lo que ofrece y el dineral que supone en Perú. Por lo tanto nos quedan otras dos opciones: una, subir en tren hasta Aguas Calientes o pegarte una paliza de autobús hasta Santa Teresa y de allí subir andando 10 kilómetros hasta Aguas Calientes. Aunque decantados por esta segunda opción, en un momento de lucidez sacamos cuentas y nos percatamos que lo que nos ahorramos desplazándonos en tren merece la pena por la comodidad que supone, siempre que consigamos los billetes más baratos.


La diferencia no es exagerada ya que la opción del autobús se ha hecho muy popular y ha subido también de precio y además supone más días de desplazamiento. Y conseguidos los billetes de tren más baratos y nos vamos hasta Aguas Calientes, el pueblo que se asienta a los pies de Machu Picchu. Nos entra un poco de bajón ya que está jarreando y nos dicen que lleva tres días lloviendo sin parar. ¡Por una vez que vamos a estar en este lugar y no nos hace mucha ilusión visitarlo lloviendo y con una niebla cerrada!. La noche anterior a la subida invocamos a la Pachamama (la Madre Tierra) y partimos desde Aguas Calientes a las cuatro de la madrugada acompañados con nuestras linternas, bajo una cúpula de estrellas y vislumbrando el perfil de las montañas. La idea es subir andando una hora y media hasta la entrada del recinto con la intención de llegar entre los 400 primeros que nos permitirá apuntarnos en una lista para subir al Wayna Picchu. Por el camino nos encontramos a gente que ha tomado la misma decisión de subir andando. La caminata se nos hace cómoda aunque el desnivel es considerable. Parece que la Pachamama ha escuchado nuestras plegarias y se vislumbra un cielo estrellado que anuncia un espléndido día. Y realmente el tiempo es inmejorable. En toda la visita nos acompaña un sol de justicia. Hay un refrán inca que dice: “Lo que le haces a la Pachamama, te lo haces a ti mismo”, una afirmación que deberíamos tener en cuenta.

Una crítica a los peruanos y que sospechamos que se extenderá a toda Sudamérica: el precio de las entradas a los lugares de interés son diferentes para extranjeros y peruanos. Esta decisión nos parece totalmente injusta y discriminatoria y así lo hemos manifestado en cada una de las entradas que hemos tenido que pagar. A pesar de pedir explicaciones, nadie nos ha dado una razón. La frase utilizada ha sido la siguiente: “si en mi país a un peruano le cobrase el doble por entrar a un museo, ¿sabes cómo nos llamarían?”. Y con cara de pocker nos preguntan: “no, ¿cómo?”. La respuesta: “nos llamarían racistas”. No hay más comentarios y abonamos como extranjeros. Con esta medida nos da la sensación que lo que pagamos es desproporcionado a lo que realmente cuesta.
Próximo destino: Lago Titicaca.

Cusco



“El ombligo del mundo”


En quechua Cusco significa “el ombligo del mundo”. Era el centro del universo, el lugar sagrado donde confluían el mundo de abajo con el mundo visible y el mundo superior en el que creían los incas. Cuando llegas a Cusco te das cuenta que es un lugar especial, donde confluyen dos pasados - el inca y el colonial - y un presente. Es una ciudad muy agradable y como tiempo es precisamente los que nos sobra, decidimos quedarnos cinco días. Pasear por sus calles empedradas y su plaza de armas es una delicia. Son impresionantes los muros de piedra con múltiples ángulos, encajadas de tal forma que no entra el filo de una cuchilla entre ellas. ¿Qué técnica usarían los incas para ello?.


Cusco que se encuentra a 3.326 metros de altitud, es la capital arqueológica de América y en ella se mezclan la herencia inca con la colonial. Por ejemplo, la plaza de armas ocupaba el Huacaypata; la actual catedral se levanta sobre el que fue el palacio del Inca Viracocha; la iglesia de Santo Domingo se erige sobre Coricancha o palacio del Sol que al parecer estaba cubierto de oro y donde todavía se conservan los restos. Todo ello explica lo que ocurrió hace cinco siglos.


Nos hemos interesado mucho por el pasado inca de Cusco y hemos descubierto cosas muy interesantes. Por ejemplo, está constatado que existe un túnel que atraviesa Cusco en línea recta y que enlazaba varios templos incas donde hoy se erigen iglesias. Se dice además que existe un laberinto de pasadizos donde los incas guardaron su oro ante la llegada de los colonizadores. De momento nadie ha dado con el oro aunque fueron muchas las expediciones que se adentraron por los túneles y desaparecieron en el intento. Se dice que sólo una persona logró salir con una mazorca de oro. Leyendas aparte, la existencia del túnel es real aunque fue sellado por las autoridades argumentando motivos de seguridad.

En Cusco nos empapamos del pasado inca y hemos visitado en sus alrededores El Valle Sagrado, así como varios vestigios arqueológicos entre los que destacamos Pisaq, como prolegómeno a la esperada Machu Picchu.


El actual Cusco es un destino muy turístico ya que es la puerta de entrada a Machu Picchu y todo el que visita Perú, pasa por esta ciudad. Es por ello que ofrece una amplia variedad de restaurantes y hospedajes, así como tiendas de souvenirs y agencias turísticas que hacen que Cusco sea un pelín más caro que el resto. Así y todo, no le restan encanto a esta ciudad donde destacamos también su ambiente nocturno. Si se eliminan de la vista los chiringuitos turísticos que proliferan en cada esquina, se pueden apreciar los restos de un pasado esplendoroso.

Próximo destino: Machu Picchu.