Se acabó


Se acabó



Esto se acaba. Esta aventura llega a su fin. Ya no escribiremos eso de “próximo destino”, ya que nuestra próxima parada es Euskal Herria. Nuestra casa. Donde empezamos este viaje. Queríamos agradecer a todos los que en estos doce meses nos habéis escrito, habéis leído nuestro blog, nos habéis mandado mensajes, os habéis interesado por nosotros, habéis preguntado por nosotros o simplemente habéis pensado en nosotros. A todos, ESKERRIK ASKO!!!!!. Ha sido muy importante para nosotros teneros ahí.



Y queríamos agradecer de forma especial a Gorka, el hermano de Lorea, porque siempre que le hemos necesitado ha estado ahí. ESKERRIK ASKO GORKUA!!!!!.



Lorea eta Ibon 360º.

Katmandú


La diosa viviente que se asomaba a la ventana
Desplazarse por las carreteras de Nepal en unos de esos autobuses atestados de gente y en los que constantemente entran y salen personas cargadas con todo tipo de sacos, maletas, bolsas, motos, animales, es una experiencia casi religiosa. Sí si, motos y animales, porque en este país se transporta de todo. Y es mejor no mirar a la carretera porque los nepalíes conducen de pena. Por lo tanto, o te pasas las doce horas de viaje implorando al más allá o desconectas y te diviertes con los que entran y salen.


Nepal nos ha sorprendido por su legado arquitectónico. Nos encantan las plazas con templos de ladrillo rojo de varias alturas y con unas tallas de madera increíbles. Lo que también nos gusta de Nepal es su tolerancia hacia las religiones, y es que en este país conviven la hindú y budista tan tranquilamente, compartiendo incluso templos.


Katmandú es una sobredosis de callejuelas, gente, puestos callejeros y más gente. En la capital nos encontramos con una joya, la Plaza Durbar, que acoge exquisitos templos medievales. Es el legado más espectacular de arquitectura tradicional. De nuevo los templos están decorados con escenas eróticas. Estos nepalíes.... Y en la plaza también nos encontramos con una curiosidad. Y prestar atención que más de uno va a alucinar con esto. En una esquina de la plaza hay un palacio con unas ventanas de madera talladas, el Kumari Bahal, que es la casa de la diosa viviente, el hogar de la Kumari Devi. En realidad es una niña de cinco años que ha sido elegida de una forma un tanto peculiar para ser la diosa viviente. Debe reunir 32 requisitos físicos un tanto especiales y el horóscopo también debe ser el apropiado. Las candidatas se reúnen en una habitación oscura, adornada con cientos de cabezas de búfalo, se hacen ruidos aterradores, mientras danzan unos hombres con horribles máscaras. La que no se asuste, guarde la calma y la compostura es la elegida. Después es trasladada junto a su familia al palacio donde residirá hasta ser sustituida por otra Kumari y recibirá una suculenta dote. Durante siglos ha bendecido al rey de Nepal, pero actualmente hace lo propio con el presidente. Nos dicen que Kumari va a salir a la ventana de su casa y por curiosidad nos quedamos a verle. Y aparece. Y se deja ver apenas 30 segundos. Es una niña de cinco años que nos mira muy seria, está vestida con un traje tradicional y los ojos pintados de negro. Y se acabó. Supuestamente no se le puede sacar fotos pero a la salida puedes comprarte una postalica de la niña. Y a la salida unos periodistas de la televisión francesa entrevistan a Lorea preguntándole por la Kumari. Esto se pone interesante. ¿Qué les cuento yo a los franceses sobre una niña con los ojos pintados de negro que supuestamente es una diosa viviente, que de vez en cuando se pasea por Katmandú en un carro gigante y que tiene guardianes en su casa?. Uff, qué duro es esto de ser periodista.


Repuestos del susto de la Kumari, visitamos el templo budista de Swayambhunath, elevado sobre la ciudad y coronado por una stupa blanca con los ojos de Buda. Por el templo se pasean infinidad de monos que han aprendido a bajar la valla como verdaderos equilibristas. Es un lugar muy tranquilo que ofrece unas buenas vistas de la capital.



Desde Katmandú se pueden visitar en un día pueblos como Bhaktapur, la ciudad medieval mejor conservada de Nepal. La arquitectura religiosa y civil que nos encontramos es impresionante. Casas y templos de ladrillo rojo, con ventanas de madera increíblemente talladas, cisternas y pozos para el acopio de agua conforman un impresionante legado cultural. Otro sitio para disfrutar de sus calles es Patan que posiblemente exhiba la mejor colección de templos y palacios.
El principal templo hindú de Nepal, Pashupatinah, se alza a orillas del río Bagmati. Nos acercamos y ¡horror!. Si el Ganges está contaminado, el Bagmati es todavía peor. La basura se acumula en el cauce que a punto de empezar la estación de lluvias, todavía va con poca agua. Es una pena porque el sitio nos encanta. Al igual que Varanasi en India, en Pashupatinah hay ghats funerarios donde se quema a los muertos. Y de nuevo presenciamos un ritual muy parecido al de Varanasi, pero el sitio, a no ser por el contaminado río, nos parece más íntimo para una cremación. Tras el ritual se da fuego al cuerpo envuelto en una mortaja y colocado estratégicamente sobre una pira de maderos. Menos mal que el sati o “costumbre”, llamémosle así, por la cual la viuda se lanzaba a la pira de su marido muerto se prohibió hace tiempo, porque sino nos da un mal.


En este templo hindú viven los yoghis, la peña que se encuentra en meditación total, ataviados con un simple taparrabos y con los cuerpos pintados. Dicen los expertos que debido al nivel de meditación que alcanzan, su cerebro produce una sustancia capaz de rejuvenecer las células. Habrá que probarlo.


Aunque afortunadamente no vemos a ninguna persona bañándose en el río, ¡menos mal!, son los monos los que no pierden el tiempo. Se lo pasan en grande en el agua, haciendo carreras, jugando, haciendo aguadillas, pegándose, mientras arden los cuerpos de los difuntos.



Katmandú nos encanta. Es una ciudad viva, vibrante, con un legado arquitectónico y cultural impresionante. Sin duda nos hemos enamorado de Nepal, ha sido un flechazo en toda regla. Volveremos, seguro.


Próximo destino: Euskal Herria.

Gorkha y Bandipur


Una estirpe de feroces guerreros

¿A que nadie sabe que en Nepal hay un pueblo que se llama Gorkha?. Pues sí. Y como nuestros respectivos hermanos se llaman Gorka, pues no nos queda otro remedio más que hacer una paradita para honrarles. Como se encuentra a mitad de camino de las nueve horas en autobús que unen Pokhara y Katmandú, pues nos viene de maravilla parar.


Gorkha o Gurkha, debe su nombre al santo guerrero hindú del siglo XVIII, Guru Gorahnath, cuyos seguidores fundaron la dinastía Gorkha, fundadora del Reino de Nepal. Los gorkhas son conocidos por ser feroces combatientes y servir en unidades especiales de las fuerzas armadas del Reino Unido e India. Ahí queda eso chavales.

Nos plantamos en Gorkha y nos llevamos una grata sorpresa por lo que nos encontramos en este tranquilo pueblito donde apenas hay turistas. A todos les decimos que hemos ido a ver el pueblo porque nuestros hermanos se llaman Gorka y es un nombre vasco muy común. Nos miran como ¡a mi que me dices tía!, ¡como si vienes de la luna!.


Gorkha es un destino importante de peregrinación para los newaris, donde nos encontramos con una joya de la arquitectura newar, Gorkha Durbar, un antiguo palacio de los Shah que domina la ciudad desde una cresta. Es una fortaleza, palacio y templo al que se accede después de subir ¡1.500 empinadas escaleras de piedra!. Lo que hay que hacer por un hermano. El palacio está decorado con increíbles tallas de madera y hay un pabellón donde destacan los tirantes de madera con detalles eróticos muy explícitos. Pero que muy explícitos. El enclave domina todo el valle y las vistas son espectaculares En fechas señaladas es un lugar donde sacrifican cabras, pollos, palomas, y búfalos para honrar a la diosa Kali.


Nos sentamos en la calle para disfrutar de la vida en este pueblito y lo lugareños se nos acercan para hablar, les sacamos fotos, les encanta posar y luego verse en la cámara. La parada ha merecido la pena.


Una mención especial se merecen las tartas de manzana que se elaboran en Nepal. Son gloriosas, tentadoras, exquisitas, en definitiva, Ibon no puede resistirse al encanto de estos manjares. No hay día en el que Ibon no implore por una tarta de manzana. Se pone las botas.


Y de un pueblito tranquilo a otro todavía más apacible, Bandipur. Este enclave, también a mitad de camino, es un museo de la cultura newar. Es un lugar lleno de encanto y pasear por sus tranquilas calles admirando su arquitectura del siglo XVIII y ambiente medieval, es una gozada. Y en Bandipur visitamos ¡una granja de gusanos de seda!. Parece que la producción de seda en este lugar es muy importante. En originales no nos gana nadie.


Una aclaración sobre los newar: son los auténticos embajadores de la tradición artística y representan a la gran mayoría de la población del valle de Kathmandú. Son los responsables, desde el s. IV, del singular estilo de los templos de madera y ladrillo, coronados por una techumbre de pisos superpuestos, similar a la de las pagodas, que contribuyó al prestigio de Nepal.


Próximo destino: Kathmandú.

Reportaje en DEIA



DEIA ha publicado un reportaje que realizamos cuando estuvimos en Laos sobre las trágicas consecuencias que siguen causando las bombas sin explotar que los estadounidenses arrojaron sobre este país hace tres décadas. Es un testimonio en primera persona de las víctimas que sufren esta injusticia cada día. Agradecemos a todas ellas lo bien que nos acogieron y deseamos que esta pesadilla finalice cuanto antes para que Laos pueda vivir dignamente.
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Trekking Annapurna


Acariciando el cielo

Edmund Hillary y el sherpa Tenzing coronaron el Everest el 29 de mayo de 1953. En 2006 el neozelandés dijo los siguiente: “creo que la actitud hacia el ascenso al Everest es bastante horrorosa. La vida humana es mucho más importante que llegar a la cima de una montaña”.

Nepal es el escaparate de los mejores trekkings del mundo. Dispone de una red de senderos que durante siglos fueron utilizados por porteadores, comerciantes, peregrinos, montañeros y lugareños. Realmente los senderos son antiguas rutas de comercio que hoy en día son utilizados por montañeros dispuestos a estar un poco más cerca del cielo y también por los lugareños que viajan de los pueblos a las ciudades.

Y es que Nepal es el techo del mundo, por algo cuenta con ocho de las cimas más altas del globo. Estas montañas son sagradas para los nepalíes y no hay más que descifrar sus nombres para darse cuenta de ello. Por ejemplo, Manaslu significa “montaña del espíritu”; en nepalí Everest es Sagarmatha o “la frente del cielo” o Annapurna que es la “Diosa de la abundancia”, mientras que Himalaya es la “morada de las nieves”. El Machhapuchhare que significa”cola de pez”, es la única montaña virgen que nunca ha sido escalada por ser considerada sagrada por los nepalíes.

En estas montañas hay infinidad de opciones, desde caminatas de unas horas, hasta trekkings de varias semanas. Nosotros nos decantamos por uno de seis días por las faldas del Annapurna y se nos quedó corto porque nos encantó. Nos adentramos en pueblitos de piedra colgados a más de 2.000 metros de altura, aldeas escondidas entre las montañas que cada mañana amanecen con el espectáculo más grandioso: moles de piedra nevadas de más de 7.000 metros de altura que casi acarician el cielo.

Nos cruzamos con porteadores que suben y bajan cargados con kilos y kilos de bienes de primera necesidad y van como si fuesen de Tabira al Casco Viejo, acostumbrados a cargar durante horas. Los nepalíes se ganan a pulso el calificativo de duros como las piedras.

En el camino dejamos atrás pueblitos con nombres como Sudame, Ulleri, Ghorepani o Chuile, entre otros. En Ghorepani ascendemos al Poon Hill de 3210 metros de altitud, mientras que en Jhinudanda nos relajamos de una dura jornada en sus aguas termales. Y en Ghandruk nos encontramos con un encantador pueblito de casas de piedra.

Es una zona muy preparada para los montañeros y con un mapa pormenorizado de la zona es suficiente. Nos sorprende que el recorrido esté tan bien preparado para caminar y es que no te tienes que preocupar por encontrar un sitio para dormir, ni siquiera para beber algo. En el camino te topas con numerosas guest house o albergues que los lugareños han acondicionado junto a sus casas. Se puede dormir por 1 y 2 euros los dos y muy dignamente, aunque luego la comida es un poco más cara. Pero es normal, hay que subirla. Los lugareños agudizan el ingenio para buscarse la vida. Y sorpresa, nos duchamos hasta con agua caliente. Increíble.

Cada día andamos entre cinco y seis horas. No está mal teniendo en cuenta que apenas hay tramos lisos. Subir y bajar interminables escaleras de piedra construidas por las manos del humano. Y nos preguntamos: ¿cómo pudieron unir kilómetros y kilómetros de escaleras en estas condiciones, donde la carretera más cercana está como mínimo a seis horas andando?.

Pero el esfuerzo merece la pena. Estar alejado de toda civilización te recompensa con dormir horas sin ruidos, amaneciendo con el canto del gallo y no ver un vehículo a motor en seis días. El único medio de transporte son las mulas y los burros. Y por supuesto, el ser humano. Nos cruzamos en el camino con niños y niñas ataviados con sus uniformes escolares que cada día andan hasta dos horas de ida y otras tantas de vuelta para ir a la escuela. Y nos encontramos con unos campechanos lugareños que nos abren las puertas de sus casas.

Por la tarde nos sorprende algún chaparrón, pero no nos molesta. Porque tras la tormenta llega la calma. Las montañas se despejan. El espectáculo es digno de emocionarse: los picos más altos del mundo se abren paso entre las nubes, majestuosos. Es como estar tocando el cielo.

Próximo destino: Gorkha y Bandipur.