Xinping



Año Nuevo chino en Xinping



Conseguimos sobrevivir a diez horas de autobús litera, tamaño asiático y tapicería de leopardo, que compartimos con 37 chinos, dos ingleses y un austríaco para llegar a Xinping, un pequeño municipio situado junto al río Li. Se trata de una bonita población muy tranquila y acogedora con centenarias casas de madera y calles empedradas y desde la que se pueden admirar las inmensas rocas calizas que caracterizan a este lugar, además de navegar por el río. Un paisaje de postal y de billete de 20 yuanes (es el motivo que ilustra este billete), en el que aprovechamos para recorrer andando las aldeas que viven el día a día con tranquilidad y sosiego, alejadas del bullicio y el trasiego de las grandes urbes. Caminamos sólos entre pequeñas huertas y arrozales, siguiendo la vereda del río y admirando el paisaje que nos rodea: pináculos calizos que dibujan perfiles de cuento de hadas que se reflejan en las apacibles aguas. Las poblaciones rurales chinas viven ajenas al ritmo frenético de las ciudades y sus habitantes sobreviven anclados en el pasado. Incluso pescan en el río con cormoranes, unas aves acuáticas.



En Xinping hace frío y nos volvemos a abrigar. A sacar de nuevo las chaquetas de la mochila, una mochila que por cierto es nuestro único armario en estos 12 meses y de la que siempre sale la misma ropa. Aunque hace un frío que pela, Xinping nos parece un pueblito muy agradable y tranquilo, en el que merece la pena pasar unos días. Y ya empezamos a percatarnos de que somos la máxima atracción de los chinos. Se nos quedan mirando curiosamente y constantemente nos piden que nos saquemos fotos con ellos. En un momento nos encontramos ante treinta personas con sus cámaras: la niña en brazos de Ibon para salir en la foto, el abuelo abrazado a Lorea y todos riéndose y peleándose por salir con nosotros: "ahora me toca a mí ahora a mí". No nos lo podemos creer.


En China constatamos que la ciber censura funciona de maravilla ya que no podemos acceder a nuestro blog ni echar un vistazo a muchas páginas web. Los 30.000 ciber policías chinos hacen bien su trabajo consistente en censurar las páginas que no interesan al gobierno. Una ardua labor, sin duda, pero que gracias a la inestimable ayuda de Gorka, el hermano de Lorea, logramos esquivar. A través de su ordenador seguiremos publicando el blog, que no quede duda.

En Xinping nos alojamos en un hostel muy acogedor y en el que estamos los diez únicos extranjeros del pueblo. Los amables dueños nos invitan a celebrar el Año Nuevo chino con su familia tal y como la disfrutan los chinos. Es como si fuese la Nochevieja para nosotros. Por la tarde, todos juntos, nos reunimos alrededor de una mesa para preparar el menú típico que elaboran las familias chinas. Se trata de una especie de empanadilla rellena de carne picada de cerdo y ternera que vamos preparando cada uno a nuestro gusto. Luego se cuecen y se comen acompañadas con una especie de salsa vinagreta. Nos encanta y está buenísimo. El ambiente es muy acogedor y compartimos este día tan especial con los dueños del hostel y una decena de extranjeros. Tras la cena los chinos se ponen las pilas: los petardos, fuegos artificiales, cohetes, tracas y un sinfín de material explosivo, no dan tregua. Durante toda la noche cargas y cargas de estruendosos petardos. Parece que van a quemar el pueblo. En un momento incluso creemos que estamos sufriendo un bombardeo en toda regla. Pero hay que tener en cuenta que los chinos son los inventores de la pólvora y eso lo llevan en su ADN. Hasta los niños más pequeños lanzan petardos como si comiesen pipas.


De Xinping nos vamos a Yangshuo, un pueblo muy turístico que está lleno de turistas chinos que aprovechan las vacaciones para visitar su país. Y son miles y miles. Aunque sea una leyenda urbana, viendo lo que estamos viendo, creemos si todos los chinos se ponen a saltar a la vez, el planeta sin duda se mueve. Aprovechamos para recorrer sus alrededores haciendo tiempo para que finalice de una vez por todas el Año Nuevo chino 2010.

Próximo destino: Xian.

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