Melbourne





A la caza del canguro


Dejamos el desierto australiano y todavía no hemos visto un canguro vivo. Tenemos un vuelo a Melbourne con una compañía de bajo coste y ¡sorpresa en el aeropuerto!. Nos pasamos y bien el peso del equipaje permitido por esta aerolínea. Opciones: o pagamos o nos buscamos la vida. Está claro, no les vamos a pagar ni un duro más. Empezamos a ponernos ropa y ropa hasta que conseguimos el peso permitido. Más bien parece que nos vamos a esquiar, pero objetivo conseguido. Menos mal que Melbourne nos recibe con una temperatura agradable.


Melbourne es un importante centro de comercio, industria y actividad cultural. Y al parecer ha sido votada varias veces en estudios internacionales como una de las ciudades con mejor calidad de vida del mundo.


Esta ciudad destaca por su mezcla de arquitectura victoriana y contemporánea, así como por su extensa red de tranvías, sus jardines y parques victorianos y su diversa y multicultural sociedad. Porque aquí la gente va a su bola y nadie mira a nadie por su aspecto, hecho este que le diferencia de Sydney que vive más preocupada por su imagen. Una tarde sentados en un banco observando pasar a la gente, no tiene desperdicio.


Nos recorremos toda la ciudad y como vamos con un buen aficionado a los deportes (por televisión), visitamos las pistas de tenis donde se disputa el Open de Australia.

 

Alquilamos un coche para recorrer la famosa Great Ocean Road, una carretera que discurre serpenteante por la costa cercana a Melbourne. Ofrece unas vistas increíbles de la costa australiana y está salpicada por promontorios rocosos como los Doce Apóstoles, unos pináculos que se alzan en el mar y que gracias a la erosión tienen unas formas caprichosas. Y ya tampoco son doce estructuras porque desde hace años el mar se va tragando algún pináculo por la erosión.


Esta zona de Australia es muy turística y está llena de gente por lo que nos tememos lo peor, no hay sitio para dormir. “No vacancies”. Pues no hay problema: montamos la tienda de campaña y una noche que pasamos oyendo las olas de mar. No está nada mal. Y volvemos a ver decenas de koalas apostados tranquilamente en los árboles. Pero ni rastro de canguros. ¿Será verdad que existen?. Esto es preocupante. Pero hemos decidido que no nos vamos de Australia sin ver uno en libertad.



Nos informamos que el Parque Natural de los Grampians es un buen lugar para verlos y allí nos dirigimos. Y realmente las informaciones son correctas. Sólo llegar al parque nos encontramos con decenas de canguros en libertad que bien descansan a la sombra o bien se pasean dando saltos. Pero cuando nos acercamos no son como los koalas que pasan de todo, sino que los canguros nos observan y se ponen alerta. Pero disfrutamos de una imagen inolvidable: al acercarnos un pequeño canguro se esconde en la bolsa marsupial de su madre. ¡Más no se puede pedir!. Objetivo cumplido. ¡Qué peso nos quitamos de encima!. ¡No podemos volver a casa diciendo que hemos estado en Australia y no hemos visto ni un solo canguro vivo!.


Regresamos a Melbourne y toca despedida. Gorka se va hacia Sydney para volver a pelearse con la comida china del avión y con las nevadas que sacuden China y media Europa. Y nosotros nos vamos a Nueva Zelanda. Le invitamos a que se quede con nosotros, pero no puede ser.


Próximo destino: Nueva Zelanda.
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