Río de Janeiro






Con una sonrisa de ventaja


Río de Janeiro es sinónimo de buen rollo, cachondeo y marcha en el cuerpo. Sus habitantes, los cariocas, son una especie en extinción en este mundo tan serio y al que le falta una buena dosis de humor: siempre sonríen, parece que se conocen todos a pesar de que son varios millones, no tienen complejos, rinden culto a su cuerpo y sin duda llevan el ritmo bajo su piel.



Desde que llegamos a esta gran urbe, Río nos recibe con una sonrisa y donde pensábamos pasar cinco días, nos quedamos doce. Nos alojamos en un hostel que nos recomienda Arnaitz, el hermano de Ibon, que está cerca de una de las favelas de la ciudad. Favelas, por cierto, con vistas de cinco estrellas. Aunque en una primera impresión casi desheredamos a Arnaitz por meternos en un barrio así, finalmente resulta ser un lugar increíble con unas vistas espectaculares al mar.


Río de Janeiro respira buen humor que contagia a quien le visita. Y es una ciudad que baila. Los cariocas son sin duda los mejores en mover el trasero. ¿Y la playa?, un lugar de culto, donde se relacionan como si fuese Goien para nosotros. Y nadie esconde su cuerpo, todo lo contrario, lo exhiben sin complejos. Están acostumbrados a mostrar su piel y esto provoca que sean más desinhibidos. Río nos encanta. En 2016 acogerá probablemente los Juegos Olímpicos más divertidos de la historia, una cita que arrebata a Madrid por una sonrisa de ventaja.


En Río no hay tiempo para aburrirse y visitamos todo los visitable: subimos al Pan de Azúcar en el caro teleférico y ascendemos al Corcovado para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad bajo la atenta mirada del Cristo Redentor. Está considerado una de las siete maravillas del mundo, pero aunque el Cristo es de unas dimensiones descomunales, lo que realmente impresiona son las espectaculares vistas. Nos subimos a un viejo tranvía para pasear por la zona bohemia, Santa Teresa. Aprovechamos también para tumbarnos en sus famosas playas con la intención de mezclarnos con los cariocas, aunque misión imposible, más que nada porque se nota de dónde venimos por las dimensiones de nuestro bañador y biquini, sin los comparamos con los que llevan ellos. Y cómo no, nos vamos a ver un partido de fútbol a Maracaná, el estadio más grande del mundo. El fútbol es otra religión para los cariocas que viven este deporte con pasión y todo al módico precio de 5 euros. Qué tomen nota en San Mamés.



El sábado por la noche es también un buen momento para tomarle el pulso a esta ciudad. Es como la Semana Grande de Bilbo: todos en la calle, bailando, pero bailando de verdad. Y te das cuenta de los rígidos que somos por mucho que lo intentemos. Está claro que para esto hay que nacer.


Pero Río también muestra su lado negativo: el de la seguridad. Por algo se jacta de ser una de las ciudades más peligrosas con unos altos índices de violencia. Y aunque en ningún momento nos sentimos inseguros, es cierto que hay algunos aspectos que no pasan desapercibidos: los autobuses urbanos cuentan con cámaras de seguridad, algo que no habíamos visto en ningún otro sitio y llevan el eslogan: “sonría, usted está siendo filmado”. Bloques de viviendas que se asemejan a fortalezas con fuertes medidas de seguridad y unos vallados que ni en la Casa Blanca. En definitiva, Río de Janeiro nos contagia su buen humor y es nuestra entrada a un país que se mueve sin complejos y a ritmo de samba.

Próximo destino: costa brasileña.
2 Responses
  1. Entonces ya dominareis la samba!!!nos pedimos una demostración a la vuelta!!!!


  2. gorka Says:

    Ya te dije yo Lore que te pasaras por el mercadillo de Bolueta para comprarte el tanga de leopardo...o por Zumalde a por unos lazitos de esos de los que usa tu madre para los jerseys de recien nacido...

    Ibon, lo de la samba queda por demostrar...no te veo yo en el DAIKY bailando samba....


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