Salvador de Bahía

Los sueños de Rodrigo

Rodrigo es un niño de 12 años. Camina descalzo, viste ropas raídas y sucias y necesita un buen baño. Sus rizos castaños claros y su tez morena delatan una mezcla de genes tan usual en Salvador de Bahía. Es uno de los tantos niños que viven en la calle de esta turística ciudad. Se pasea por Pelourinho, el centro histórico, abordando a los turistas para pedirles. Es su medio de subsistencia. Perseguir al turista le ha aguzado el oído y se defiende en cualquier idioma. Se nos acerca y nos dice que no quiere dinero, sino que le demos comida. Le preguntamos si no va a la escuela y nos dice que irá por la tarde. Por la tarde volvemos verle y nos dice que por la mañana. Al día siguiente le vemos de nuevo deambulando detrás de la gente y nos ve. Se acerca y rápidamente nos aclara que acaba de salir de la escuela. La cruda realidad se mezcla con la ficción inventada por un niño acostumbrado a tejer su propia historia. Con un gesto que nos parece un tanto teatral, pone cara de pena y nos dice que necesita comida. Nos cuenta que vive con su familia y que no tienen nada.


En Salvador los niños de la calle salen por la noche y duermen por el día. Dicen que para que no les maten los “Escuadrones de la Muerte”. Nos comentan que siguen en activo, todavía existen. Le compramos una caja de galletas. Al día siguiente nos vuelve a buscar y se acerca. Es educado y en ningún momento se muestra agresivo a pesar de que la calle le ha hecho madurar a pasos agigantados. Pero en el fondo no deja de ser un niño de 12 años al que nadie le ha dado una oportunidad para serlo. Le preguntamos qué le gustaría ser de mayor y con una sonrisa nos dice: profesor. Sueños de un niño sin futuro. Nos persigue y le decimos que nosotros no podemos hacer nada. Rodrigo se aleja y nos sentimos despreciables. Mientras se va, nos preguntamos: ¿cuándo jugará Rodrigo?. Sin duda, no tiene otra elección: nunca.


Y mientras desperdicia su futuro por las calles de Salvador, Río de Janeiro será la capital del deporte en 2016, acogiendo los Juegos Olímpicos. ¿Una buena noticia para este país que todavía permite a sus niños mendigar por las calles?, ¿o simplemente otro método para que unos pocos se llenen los bolsillos?. ¿Realmente se puede permitir a un país que da la espalda a los que son su futuro que acoja un acontecimiento de esas características?. ¿Qué pensarán los niños como Rodrigo sobre ostentosas ceremonias inaugurales y medallas?. Nos vamos de Salvador de Bahía. Buscamos con la mirada a Rodrigo, pero hoy no aparece. Nos vamos pero él se queda.

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