Salvador de Bahía II

Martes en Pelourinho

Salvador de Bahía es una ciudad muy turística que acoge uno de los Carnavales más famoso del país después del de Río de Janeiro y donde la influencia africana se palpa en todos sus rincones. El casco histórico de Salvador de Bahía, conocido como Pelourinho, luce una preservada arquitectura con casonas e iglesias coloniales y empinadas calles empedradas. Pero el centro turístico es también el recuerdo de una época más cruel. Pelourinho significa “poste de azotes”, y era el lugar donde se castigaba y se vendía a los esclavos. El azote a los esclavos estuvo permitido en Brasil hasta 1835. Tras una época en la que el casco histórico quedó abandonado, la UNESCO lo rehabilitó hace unos años, declarándolo Patrimonio de la Humanidad. Realmente el centro se muestra muy cuidado y con encanto pero tan sólo son tres calles. Fuera del centro la cuidad es gris, fea y triste.


El mejor día para visitar Salvador es el martes ya que por la noche las escuelas de batuca salen a la calle a ensayar y el ambiente es impresionante. Además, el cantante Gerónimo ofrece un concierto en directo cada martes. Entonces las calles se llenan de ruido, música y gente bailando. ¡No queremos ni imaginarnos en lo que se convierte esta ciudad en Carnaval!.


Nos alojamos en un hostel donde nos atiende Gustavo, un argentino que decidió buscarse la vida en Brasil. Su amabilidad, las charlas que tenemos y sobre todo los impresionantes desayunos que nos prepara cada mañana, hacen que la estancia sea más agradable. Visitamos todos los rincones de esta ciudad e incluso pasamos en barco a una tranquila isla cercana.


Decidimos dejar Salvador por unos días para adentrarnos en el interior, en la Chapada Diamantina, con la intención de buscar un poco de contacto con la naturaleza. Exploradores que llegaron de todas partes de Brasil invadieron a principios del siglo XVIII la Chapada en busca de oro y diamantes. Ahora la zona se vuelca en el ecoturismo. Llegamos a Lençois con la idea de hacer algunos trekkings. Tras preguntar sobre las rutas, nos llevamos un chasco ya que todo lo que ofrecen en el agradable municipio está organizado en tours y no nos apetece pagar por caminar y menos por rutas muy fáciles. Aunque nos dicen que nos vamos a perder y que es necesario llevar un guía, intentamos hacer las excursiones por nuestra cuenta. Lo cierto es que parece que lo hacen a propósito ya que los caminos se bifurcan constantemente y no están señalizados. Tal vez somos un poco mal pensados, pero el negocio sigue su lógica. Así y todo y más que nada por nuestra cabezonería, conseguimos llegar a las cascadas de la zona.


Tras cuatro días regresamos a Salvador y desde allí nos vamos a descansar a Imbassaí, un pequeño municipio con una playita virgen y solitaria, lejos de los grandes complejos hoteleros. Precisamente no hace mucho ha abierto sus puertas a unos kilómetros de esta zona un mega hotel de la cadena española Iberostar que ha provocado que las tortugas que llegaban a desovar a esta playa se espanten por sus luces y hayan decidido no parar aquí. En Imbassaí nos alojamos en un hostel precioso regentado por Roberto, otro argentino busca vidas, donde nos quedamos a descansar y apuramos los últimos días en Brasil antes de coger un vuelo hacia Argentina. 

Próximo destino: Buenos Aires (Argentina).






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